viernes, 19 de julio de 2019

LIDERAZGO DE CASA DE ARTE Y ARTE VIVO (En el contexto del encuentro CIDEU 2019: Ciudad, Cultura Y Agenda 2030)




Casa de arte, Inc. emerge en la década de los ochenta en medio de un ambiente en el cual aún se asistía a las circunstancias políticas difíciles de consolidación de la democracia dominicana.



Tras el golpe de Estado de Juan Bosch en 1963, la Revolución de Abril y la segunda invasión militar estadounidense se impuso un régimen de gobierno autoritario encabezado por el Dr. Joaquín Balaguer que se prolongó hasta 1978, cuando fue confrontado por una generación emergente organizada en el Partido Revolucionario Dominicano. En los doce años de gobierno del Dr. Balaguer primaba un ambiente de restricción de la actividad creativa, en tanto la juventud había tomado las actividades artísticas como vehículo para la expresión de las demandas sociales. La actividad cultural se realizaba casi clandestinamente, naciendo en los ambientes capitalinos, desde el claustro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, primada de América, y motorizada por activistas afiliados a ideologías de izquierda, a través de los centros educativos secundarios, los clubes barriales y desde los centros comunitarios regularmente afiliados a iglesias católicas. 

Paradigmáticos de esos años fueron los 6 encuentros o conciertos de la Nueva Canción Siete días con el pueblo, realizado del 25 de noviembre al 1 de diciembre de 1974, en Santo Domingo y Santiago, con la participación de figuras internacionales señeras y lo más aguerrido de la juventud dominicana que había sobrevivido a la violencia ejercida por organismos de poder herederos de las peores practicas trujillistas.

En estos conciertos se contó con la participación de los argentinos Mercedes Sosa y Bernardo Palombo, los boricuas Danny Rivera, Antonio Cabán Vale (El Topo), Lucecita Benítez y Estrella Artau, los cubanos Silvio Rodríguez y Noel Nicola, los españoles Víctor Manuel y Ana Belén, el catalán Francesc Pi de la Serra, el grupo venezolano Los Guaraguao, el mexicano Guadalupe Trigo y el uruguayo Roberto Darwin; así como de los dominicanos: el Combo Show de Johnny Ventura, Los Virtuosos de Cuco Valoy, Expresión Joven, el grupo Nueva Forma, Convite, Presencia Generación y Alta Voz.

Punto luminoso, en aspectos culturales, de la gestión de doce años del Dr. Joaquín Balaguer fue el desarrollo de infraestructura física para albergar el ejercicio formal de las artes tradicionales. A la Escuela Nacional de Artes Plástica, fundada en 1942, y el Palacio de Bellas Artes, en 1956, por el generalísimo Trujillo, Balaguer agregó la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte, para albergar el Teatro Nacional Eduardo Brito (1973), el Museo de Historia Natural (1974), el Museo del Hombre Dominicano (1976), el Museo de Historia y Geografía (inaugurado en 1982), el Museo de Arte Moderno (1976), la Biblioteca Nacional (1971) y la Cinemateca Dominicana (1979).  Todas instituciones de dimensiones y calidad mundial, con las cuales la ciudad capital centralizó el crecimiento cultural nacional.

A esta iniciativa gubernamental se sumaron otras auspiciada por la presencia diplomática internacional, como las de las Alianzas Francesas, de dilatada presencia en el país (desde 1914 en Santo Domingo y desde 1966 en Santiago), los Centro Dominico-Americano (1942, Santo Domingo, Santiago, 1962) el Instituto de Cultura Hispánica, al cual en  1976 el Estado Dominicano cedió, para su sede, el Colegio Gorjón, que desde 1987 cambió su denominación a Centro Cultural Hispánico primero, y al actual nombre de Centro Cultural de España en Santo Domingo.

En Santiago de los Caballeros, la formación artística gubernamental descansó por muchos años en la Escuela de Bellas Artes (1931). En tanto que fungían como paradigmas de la educación y gestión cultural no gubernamental las longevas Sociedad Ateneo Amantes de la Luz, fundada en 1874, primera biblioteca pública del país, la Sociedad Cultural Alianza Cibaeña, fundada en 1882, el Archivo Histórico de Santiago (1958), el Museo Folclórico Don Tomás Morel y la hoy Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, fundadas ambas instituciones en 1962.

Como se aprecia, para los artistas consagrados existían múltiples opciones para desarrollar y socializar sus producciones creativas. Sin embargo, había poca receptividad para que los creadores emergentes, portadores de vanguardias e ideas revolucionaria, pudiesen acceder a esos espacios y recursos. Otrora, montar una exposición, dictar una conferencia o presentar un libro constituía aventura de alto riesgo. Hasta mediado de los setenta, con la fundación de la institución privada sin fines de lucro Casa de Teatro, en Santo Domingo, las oportunidades eran mínimas. Inspirada en la misma actitud que motivo la fundación de esta institución que era: apoyar a que intelectuales y artistas jóvenes fuesen creando las hojas de vida que le requerían las instituciones formales mencionadas como requisito indispensable, también se fundó en 1983, Casa de Arte.  La iniciativa fue de académicos, artistas e intelectuales independientes que habían sufrido en carne las inevitables exclusiones.

Ya en una labor que se aproxima a los cuarenta años, Casa de Arte, aun con precariedades, mantiene sus puertas abiertas en actividades mayormente gratuitas. De hecho, como casa dirigida por artistas para artistas, se ha consolidado como modelo a partir del cual se ha dinamizado la socialización de las actividades culturales espontáneas del país.


En ese mismo espíritu, un grupo de jóvenes egresados de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, nos cohesionamos alrededor de esta Casa de Arte, para propiciar, el 21 de marzo de 1987, el Festival Internacional Arte Vivo. Un evento que, dada la multiplicidad de expresiones culturales y la movilidad de miles de diletantes, sólo es comparable en el Caribe a las Fiestas de la Calle San Sebastián, que se celebra en fines de semanas consecutivos en Puerto Rico, y con el evento artístico, académico y de espacios comunitarios que, desde 1981, acontece en la ciudad de Santiago de Cuba, en la primera semana del mes de julio. Pero, en tanto los eventos de Puerto Rico y Cuba han sido asumidos por la municipalidad, los ministerios y organismos gubernamentales correspondientes dominicanos no ha asumido a ArteVivo; todavía, tres décadas después, el festival cultural más importante del país depende exclusivamente del esfuerzo de las instituciones culturales y de los artistas, con la colaboración de empresas privadas; ocasionalmente, y no en las últimas gestiones, el Estado y la Alcaldía, han colaborado tímidamente.

Desde su primera entrega, Arte Vivo ha fascinado, por su singularidad. A partir de una formulación experimental, sinérgica, al modo de aquel histórico concierto de la década del sesenta Woodstock, se ha creado en el marco de la antes tradicional ciudad santiaguera una coincidencia generacional de propuestas artísticas únicas y arriesgadas.

Fundadores Arte Vivo 1987
Arte vivo consiste en la comunión de la belleza y la creatividad de los artistas en contacto íntimo y directo con el pueblo. Música, poesía, pintura, fotografía, cine, danza, teatro, artesanía, ballet y autenticidad en el instante mismo de su concepción. En Arte vivo se empapelan paredes y techos, se habitan los vacíos de esos hogares de arte que son corazón, se cierran las calles, se colonizan los parques y plazas, se potencian los sentidos y se desnuda el alma. 

No hay en el país otra expresión de creación abierta como esta, de celebración continua por aproximadamente dos semanas. La celebración sabatina final en la Benito Monción, nombrada por la Alcaldía en el 2003, por el éxito de este evento, Calle de los Portales de los Artistas, abarca más de 16 horas de paroxismo estético colectivo, en dinámica que, salvo la evidencia en el celuloide fílmico o en la magia digital, apenas pierde vigencia material metamorfosea en inefable memoria.



Al respecto Dagoberto Tejeda, en su Libro Guía de las festividades de la cultura popular dominicana y símbolos nacionales, paginas 171-172, Ediciones INDEFOLK, Megabyte, Santo Domingo (2010), que ArteVivo:

“constituye el evento más completo y trascendentes de todos los festivales que se celebran en el país. //Charlas, cursos, talleres, presentaciones artísticas, folklóricas, muestras de artes plásticas, de música, de danza, de canto, exposiciones de libros, afiches, pinturas, esculturas, etc. se realizan y presentan en este festival cuyos escenarios son las calles, los parques, las plazas y los barrios de Santiago de los Caballeros. ¡Durante esos días Santiago se convierte en la capital de la cultura popular del país!”


De hecho, a partir del 2004, con el merecido homenaje a los siete hermanos León Asencio, en los cien años de fundación del Grupo León Jimenes, Arte Vivo alcanzó su consolidación al incorporar como sedes y co-organizadores a las principales instituciones culturales gubernamentales y privadas del país.

Hermanos León Asencio, Johnny Pacheco y Príamo Rodríguez

También en el 2004, con la cooperación del Instituto de Cultura Puertorriqueña, de Helvetas (la asociación suiza para el desarrollo) y el Instituto de Cultura Hispánica, se inició la internacionalización del festival, hasta convertirse en referente en el ámbito caribeño, celebrando tanto la dominicanidad, a través de todas las manifestaciones del arte, el folclor y la cultura, como propiciando la integración solidaria con las naciones vecinas. Importante fue el soporte que brindaron el Banco Popular Dominicano y la recién formalizada, en el año 2000, Secretaría de Estado de Cultura,  en la gestión encabezada por José Rafael Lantigua, en el segundo gobierno del Dr. Leonel Fernández Reyna.

Hasta la fecha, hemos recibido delegaciones de Estados Unidos, Puerto Rico, Cuba, Haití, Guadalupe, Francia y Suiza. Contando con figuras mundialistas como: Johnny Pacheco, Pablo Milanés, Frank Étienne, Andy Montañés, Amaury Pérez y Danny Rivera. De más está señalar que, en cada versión, se integran al siempre profuso programa de actividades los principales intérpretes, músicos, literatos, teatristas, artistas visuales y folcloristas dominicanos.

Pablo Milanés, Andy Montañéz, Danny Rivera, Amaury Pérez
Nos sorprendió gratamente que, en los resultados de los diagnósticos realizados por el Consejo para el Desarrollo Estratégico de Santiago, de febrero de 2016, los representantes de las instituciones culturales y los actores principales de la gestión cultural local consideraran a Artevivo como el proyecto cultural de mayor prioridad. Así reza en el acápite 7.4.6 de la Agenda de Cultura para el Desarrollo 2020, en la pág. 294, en el cual reconoce la importancia estratégica de este festival para continuar expresando la: “identidad, sincretismo y diversidad de todas y todos los animadores socioculturales.”

La referida agenda muestra el rico inventario de activos culturales que posee Santiago de los Caballeros, los cuales resultan envidiables para cualquier ciudad del mundo. Disponemos del impresionante Monumento a la Restauración, del Gran Teatro Cibao, el cual es una construcción gemela de nuestro Teatro Nacional; asimismo, en estado germinal tenemos una plaza de la cultura que encabezan El Centro de la Cultura Ercilia Pepín y el Palacio Consistorial; tenemos un teatro y un anfiteatro fenomenal en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra; asimismo, flamantes instituciones de reciente creación como la Treinta y siete por las Tablas, Centro León, fundado en el 2003, y el impresionante Centro de Convenciones de Cultura Dominicana UTESA, con más de 12,000 metros de construcción que apenas arriba a su primer año.

Con un mayor compromiso de entidades gubernamentales y edilicias convertidas en reales mecenas, seguro aprovecharemos la oportunidad latente de convertirnos en meca de la industria cultural dominicana y, con ello, en honroso e imperdible destino de turismo cultural. Afortunadamente, son positivos los vientos que soplan en este sentido, pues nos han traído este importante evento en los cuales se profundiza en la importancia de la cultura en las ciudades de Hispanoamérica que ustedes representan.   



Es indudable la vocación cultural generalizada entre los ciudadanos de este primer Santiago de América, segunda ciudad en importancia del país, pero con perenne aspiración de primera, tanto que ha sido dos veces capital de la República, una el 7 de diciembre de 1857 y, otra, el 14 de septiembre de 1863. Lo cierto es que, por los atractivos contagiantes de nuestra idiosincrasia, en Santiago, como en Arte Vivo, la indiferencia no está permitida.


* Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU), es una asociación de ciudades iberoamericanas integrada por 154 miembros: 125 ciudades, 27 instituciones colaboradoras y 2 miembros de honor. CIDEU tiene por finalidad promover la manera estratégica de pensar en los procesos de diseño y gestión de proyectos urbanos para lograr el desarrollo sostenible de las ciudades. 





domingo, 16 de junio de 2019

Dos veces he visto bailar a Norma



Norma García y Carlos Veitía. Gala de Ballet "Cubanía", Gran Teatro Cibao, 15 de junio de 2019.
A doña Norma García la conocí hace casi una treintena de años, al llegar de Cuba. Desde el principio me impresionó su señorío, su aristocracia innata que jamás ninguna ideología o circunstancias ha logrado menguar. Eran obvios sus buenas maneras y sus profundos conocimientos, su don de mando, su confianza y la intensidad de sus sueños.  Entonces su anhelo utópico era la danza clásica, sembrar en un terreno infértil, esa tradición centenaria que Cuba había adquirido de manos de los Alonso a mediado del siglo pasado, consolidándose con la Revolución en su roce con los países de la Europa Central. Para la menuda ballerina recién llegada, como para su Cuba, el ballet era más que un divertimento, una forma de vida. Cuba enraizó la danza clásica a tal punto que el arduo camino de aprendizaje convirtió su experiencia técnica, su modo de bailar, en un modelo admirado y seguido en el mundo conocido como “la Escuela Cubana de Ballet”. Para doña Norma, o mejor, “Normita” para sus cómplices, la difusión y enseñanza del ballet se convirtió en su misión en un Santiago, que sin ser el de su oriente cubano, asumió como norte profesional y, finalmente, como su hogar definitivo.



Doña Norma empezó a educar, a contagiar su pasión, en el Centro de la Cultura “Ercilia Pepín”, cuando este era el faro de la gestión artística en el Cibao. Pronto nos tropezamos en los primeros años de los noventa, durante el informal e irreverente nacimiento del Festival Internacional Arte Vivo. Ella animada por el atrevimiento de adolescentes que desafiaban el establishment conservador agitando artefactos creativos posmodernos de expresión trascendente y convocante. Entonces, recuerdo que, si la memoria no me traiciona, en el patio español de la vieja mansión republicana, Casa de Arte, al igual que antes una Maridalia Hernández seducida por la fiebre de artistas y diletantes enardecidos cantando a capella sobre una silla de guano, Norma se animó a improvisar pasos rítmicos galantes con un Armando Villamil eufórico.


Con los años, inevitablemente, la magia de Artevivo, nos hizo cómplices para siempre. Han sido muchos los retos imposibles que desde finales de los ochenta hemos venido asumiendo; especialmente, las realizaciones de las más nutridas, espontáneas y democráticas galas nacionales de ballet. De las manos, incluso pudimos vencer las bellaquerías de representantes artísticos fulleros, y seducimos a lo mejor de la trova habanera (verbigracia, Pablo Milanés y Amaury Pérez) para que sumaran sus principalísimas voces al coro por la utopía de un solo canto caribeño.



Concurrentemente al de la educación estatal y la gestión cultural, doña Norma, apostó a crear su propio refugio de enseñanza, el Ballet Clásico Santiago, hoy una respetable y próspera iniciativa por la que desfilan, de manera preferente, la mejor cosecha de talentos de nuestra sociedad. Con orgullo su escuela puede mostrar bailarinas con importantes trayectorias nacionales e internacionales y miríadas de señoritas que, derivando sus intereses profesionales hacia otras áreas, hoy son amantes seguidoras de la danza. Si algo le queda pendiente en este aspecto a la dinámica profesora es terminar de vencer el prejuicio machista que impide una mayor incorporación de estudiantes masculinos, de bailarines, en tanto complemento indispensable para enraizar este arte.  Lo ha intentado, me consta. Yo mismo decliné su gentil ofrecimiento de formar mis dos hijos, los cuales se mostraban más animados con las acrobacias del fútbol. Los esfuerzos de doña Norma ha sido ampliamente reconocido por la aceptación de su escuela, ya con ramificaciones en otras ciudades cibaeñas, y también por instancias municipales y estatales dominicanas.



Este sábado 15 de junio de 2019, en la sala principal del Gran Teatro Cibao, la he visto danzar otra vez. No lo hacía públicamente desde hace muchos años. Su pareja ha sido Carlos Veitia quien, con su Ballet Concierto Santo Domingo, me parece fue nuestro primer invitado célebre a la primera gala de ballet que organizamos en Arte Vivo. Ambos lucieron estupendamente, fabulosos; vestidos de fiesteros de salón, ambos de negros, el de traje negro ceñido y ella de traje negro de tela iluminada con lentejuelas, de falda con terminaciones picadas como estrella, hasta las rodillas. Con sobrada picardía en una sonrisa que nunca cesó, retaron el qué dirán de un público anonadado.  Pisaron el tiempo y los arpegios y acordes armónicos del danzón Almendra, autoría de Abelardo Valdés, con elegantes y atrevidos movimientos acompasados. 




Claramente disfrutaban su audacia de danzar con la misma pasión de los debutantes y graduandos que lo precedieron. Bailaban admirablemente, con la seguridad de que estaban dando los más entrañables pasos de sus vidas. Danzaban más que para el presente, para fijar una imagen imborrable en la memoria de un público extasiado, efusivo y confidente, que estalló en aplausos que acallaron el “Bravo” que como ronco grito escapó de mis labios, de mi corazón y de mi mente.  

(A mi lado Luisa Rebecca tomaba fotos, para que nadie nos quitara lo bailado)


Postdata
Norma ha confirmado mi desmemoria. No fue ella quien bailó con Villamil. Cuando llegó, Armando ya se había marchado de Santiago. De hecho, su hijo Sandro, nunca la vio bailar, pues cuando nació dejó de hacerlo. Entonces, mayor privilegio para los testigos de esta única y emocionante "bailada".


martes, 1 de enero de 2019

El Pico Duarte o la recuperación del Yo

El pico Duarte, la mayor altura del Caribe
Por muchas razones enero es un espacio temporal distinto, su esencia sugiere lo que es primero y quizás por eso en su regazo tantos individuos se replantean la vida y fijan cada año sus expectativas, sus metas más caras, quizás por eso otros tantos, en su mayoría citadinos y burócratas a horario completo, deciden hacer un aparte dentro del agobiante ritmo de su cotidianidad para recuperar algo del espíritu nómada ancestral y se enfrascan en la búsqueda de aventuras. De estos últimos, el gesto heroico más socorrido es la conquista del paisaje montañoso, siendo los más empinados y difíciles, los que más llaman a la atención. El ángel de seducción y rey de pedestres nostalgias será por antonomasia, entonces, el Pico Duarte, con sus ‎3,175 metros por encima del nivel del mar, en una Cordillera Central que parte, como corazón, en mitades la isla; erigiéndose vigía natural de los valles más hermosos que ojos humanos han visto, enarbolando una primacía antillana, tan inmensa como ingenua.



En enero, cuando menos llueve en esos ermitaños parajes de pioneras fábulas, nuestros modernos exploradores y amazonas, pertrechados de utensilios rudimentarios, contadas viandas (víveres y especias enlatadas), así como de confitería para endulzar el polvo, se lanzan con un atrevimiento rayante en la locura a recobrar la esencia de la naturaleza virgen, el aire puro, los mil caminos de arcilla y sol definidos como arterias entre empinadas cuestas y tupida vegetación, entre el canto dicharachero de las cotorras silvestres y el recelo de puercos cimarrones. Cientos de improvisados Robinson Crusoe, buscan la intimidad que brinda el rocío en los árboles, el rayo de luz en la escarcha, el agua en la roca, y las lágrimas del vértigo que nace del asombro en el cielo. Los hijos del smog y el stress toman por asalto esta tierra prometida, a sabiendas de que en sus entrañas se encuentran las minas de sabiduría del rey Salomón y los secretos de alquimia para la juventud eterna.




Como se aprecia, al abandonar la sordidez del asfalto y el concreto de las paredes, de repente se resarce la identidad fluvial del sueño, la utopía de ser; se ve y se siente todo líquido, pues cuerpo y mente se empapan de real vitalidad, en una suerte de entrega que no concibe el egoísmo. Al pico Duarte -nunca nombre mejor puesto-, no llega la fiebre del oro, el afán de lucro desmedido, tampoco el puñal artero que prepara los peldaños para el ascenso social. Por esta vez, la cima es un bien por demás conocido, compartido y amado: el marmóreo rostro del prócer y una tricolor bandera como patria.



En esta peculiar odisea hasta las alturas, que también es, en aparente paradoja, hacia el interior de nosotros mismos, actúa como ente unificador el frío, el cansancio de las grandes caminatas, el calor del fuego en las cocinas de tablas y en las fogatas donde los cuerpos se reúnen y se buscan, la camaradería que impulsa el instinto de supervivencia, al son de relatos de ciguapas y desaparecidos en boca de guardias forestales y guías de rutas y reatas de mansas bestias. Esos hombres nobles y rudos que pasan sus días entre bucólicas faenas, tal vez por el ocio creativo y las verdades sencillas que la soledad prolongada encierra, desarrollan, igual que los marineros, un espíritu dispuesto para el buen ron y la fantasía; de ahí que no ha de extrañar la fascinación que siembran en los que por necesidad hemos extraviado las creencias y la esperanza.



Así como las tribus primitivas de casi todas las civilizaciones incluían entre las pruebas a superar por sus guerreros en etapa de formación, el enfrentamiento de las fuerzas de la naturaleza (la real y la creada a partir de la propia imaginación), como forma de templar anatomías y voluntades, estas voluntarias excursiones a la vastedad del silencio engendran la plenitud de un diálogo interior, donde los protagonistas se ven reflejados tanto en la bóveda celeste, en el titilar sugerente de sus astros, en la canción que silba el viento entre el follaje, en las mariposas que se desdibujan en las fuentes de aguas cristalinas que a poco confluyen para definir grandes caudales de vida.


Es aquí en medio de esta estirpe de pura trascendencia donde fluyen, como en secuencia de imágenes de un especial cinematógrafo, los eventos más radicales de nuestra historia personal, los olores y sabores que se han hecho manchas indelebles en nuestra memoria, las preguntas sin respuestas repetidas mil veces y otras tantas olvidadas; es donde se hace posible vislumbrar puertas prometedoras de terrenal felicidad.  Cuán grato resulta recuperar en detalle a ese extraño íntimo que somos...




© Fernando Cabrera


------
Cabrera, Fernando. Imago Mundi. Colección Fin de Siglo. Consejo Presidencial de Cultural. Santo Domingo, 2000.

Cabrera, Fernando. El pico Duarte o la recuperación del Yo. En: J. A. Almánzar, Antología Mayor de la Literatura Dominicana, Prosa II. Santo Domingo, 2001. Fundación Corripio. Pags. 594-595