Portada del libro publicado en la colección Bliblioteca Dominicana Básica, del Ministerio de Cultura, de la República Dominicana (2018), en el centenario de la muerte de Juan Antonio Alix |
Por Fernando Cabrera
Como la
generalidad de los críticos literarios dominicanos, e incluso de los simples lectores,
me he acomodado a la idea de que nuestra poesía se remonta a los embelesos del Romanticismo,
el Simbolismo y el Parnasianismo que encarnaban Salomé Ureña, Gastón F. Deligne
y José Joaquín Pérez[i]. Sin
embargo, la historicidad de unos versos octosílabos traviesos me ha hecho
reconsiderar ese aserto, al señalar insistentemente otro sendero. ¿Puede Juan
Antonio Alix, desde lo popular, con décimas escritas desde 1850, reclamar
progenitura genérica? Busquemos respuesta críticamente, con la mirada atenta y la
mente abierta; pues, desenredar esta madeja, además de tipificar el ADN
literario, nos obligará a cuestionar algunos prejuicios.
En el siglo
XIX se asienta la identidad americana con el surgimiento de las naciones
independizadas del Imperio Español. En Estados Unidos, a raíz de su revolución
de 1776, devino la necesidad de definir la nación naciente no solo en aspectos
políticos, económicos y militares, también en cuanto a valores sociales y
culturales. Concomitantemente con su consolidación como potencia, en el año
1844, el poeta y ensayista Ralph Waldo Emerson, en el contexto trascendentalita,
de creencia en el advenimiento de una nueva y brillante era en la cual cada
individuo buscaría “una relación original con el universo”, alertaba sobre la
necesidad de que apareciese una voz epopéyica que cantara en la misma dimensión
de los griegos, romanos y los grandes clásicos europeos, tanto la cotidianidad
como las grandezas naturales y humanas del Nuevo Mundo:
Aún no hemos
tenido en América al genio que, con ojo tiránico, aprecie el valor de nuestros
materiales incomparables, y vea, en la barbarie y el materialismo de nuestros
tiempos, otro carnaval de los mismos dioses cuya descripción tanto admira en
Homero. […] Nuestras tendencias políticas, nuestros oradores y sus ideologías,
nuestras pesquerías, nuestros negros e indios, nuestras fanfarronadas y
nuestros rechazos, la cólera de los canallas y la pusilamidad de los hombres
honrados, el comercio del norte, la plantación del Sur, la conquista del Oeste,
Oregón y Texas: todo esto falta por cantar. Y sin embargo, a nuestros ojos
América es un poema: su vasta geografía deslumbra a la imaginación, y no habrá́
que esperar mucho por sus propios versos. [ii]
Lo dicho
por Emerson para Estados Unidos podía extrapolarse con propiedad al resto del
continente americano, esforzado en ese momento en consolidar la independencia
de los antiguos virreinatos coloniales españoles en repúblicas independientes.
Para la fecha en que Emerson hizo pública su aspiración de un poeta que
encarnara la América estadounidense, 1844, ya Walt Whitman tenía la edad de 25
años, Juan Antonio Alix, 11 años; y nacía la República Dominicana. Una década
después, Whitman encarnaría con sobrados méritos la aspiración de Emerson, al
publicar su paradigmático poemario titulado Leaves
of Grass (Hojas de hierba), que le dio al continente americano no solo un
poeta de obra equiparable a la de la antigua civilización grecolatina, sino también
un visionario que marcaría desde sus versos el derrotero de la utopía del
destino manifiesto estadounidense incidiendo, con un ejercicio creativo e
intelectual de cuatro décadas, profundamente en su cultura.
Aunque
compartieron el tiempo histórico[iii],
por el contexto de culturas, lenguas diferentes y, sobre todo, por la insularidad
de Alix, no hay indicio de que este supiera de Whitman, pues este apenas fue
introducido en el ambiente hispanoamericano en 1887 cuando José Martí publicó
su artículo El poeta Walt Whitman[iv].
Sin embargo, y sin ser chauvinista, considero, que además de las blancas barbas
luengas y el semblante austero, hay interesantes lugares comunes –insisto,
circunstanciales– entre el culto bardo angloamericano y el popular decimero
cibaeño[v]:
en sus textos poéticos ambos mostraron fuertes vínculos con sus respectivas
tierras de nacimiento; fueron iniciadores de tradiciones, cultores, en dimensiones
estéticas distintas, de poéticas del habla, aferradas a la cultura popular; ambos
hilaron discursos contra-cultura abordando temáticas un tanto tabúes para la
época; se vincularon al activismo político; no obstante, murieron pobres. Otro
aspecto que compartieron fue el rechazo inicial sufrido de parte del parnaso
tradicional. En la actualidad, Whitman forma parte esencial del canon
americano, pero no siempre fue así; por sus desenfadados versos que tocaron
todo tema posible y sus transgresiones conceptuales, algunas eróticas, Whitman
fue menospreciado por muchos intelectuales establecidos que consideraron su
poesía vulgar y ofensiva a la moral:
Henry James y William Dean Howells, representantes de la
generación joven alrededor de 1865, creían que la reputación de Walt era
inmerecida, porque no tenía ni sensibilidad para el lenguaje, ni oído para la
música, ni para las palabras. Gerald Manley Hopkins reconoció sus aportaciones
literarias, pero objetó que a su estilo "salvaje" le faltaba rigor.
George Santayana dijo que no lo leía por sus gracias verbales, las cuales no
tenían la excelencia de Keats o Shakespeare, pero sí un mérito propio: su
mensaje, que nace de la inspiración y se comunica a través de la voz de la
naturaleza que grita en el desierto de los convencionalismos.[vi]
Todavía en
1928, y después que Ezra Pound considerara a Whitman “padre espiritual” a nivel
de Dante en Italia, T. S. Eliot, expresaba una crítica adversa, cual refiere
Harold Bloom:
En lo que respecta a Walt Whitman, Eliot fue más evasivo.
Encumbró al poeta menor Jules Laforgue sobre Whitman, juicio que habría
sorprendido a Laforgue, quien tradujo a Whitman al francés y lo idolatraba. En
1928, después de afirmar que el suyo procedía del verso libre de Laforgue
(aparentemente ignorando que el de Laforgue se derivaba del de Whitman), Eliot
seguía afirmando que había leído a Whitman ‘muy tarde en la vida y para poder
hacerlo tuve que sobreponerme a la aversión que me producía su forma, y gran
parte de sus temas’.[vii]
En nuestro
contexto, el longevo patriarca cibaeño, Juan Antonio Alix, aunque de erudición
formal menor que Whitman, se constituyó, a fuerza de un prolífico ejercicio
creativo y agudeza social, en nuestro primer poeta de oficio sostenido, en el
más dominicano de nuestros poetas, según lo referido por el escritor, catedrático
y periodista José Ramón López:
"No hay un solo poeta dominicano que no hiciera arte
más estudiada que la de él. Todos lo aventajaron en técnica; pero ninguno le
igualó en arte dominicano. Su espíritu era una pradera matizada de flores del
país que nadie sembró adrede. Las aves, el viento, los insectos nacionales
regaron inconscientemente la semilla que germinó en ese medio que le era
propicio. Juan Antonio Alix está solo, único como poeta criollo importante. Su
criollismo no era unilateral, sino poliédrico. Los otros buenos artistas
criollistas miraban de un solo lado, el más insignificante, del criollismo. En
mentando catarrones, mangos o algún río o cerro del país, ellos creían, y sus
lectores también, que habían creado poesía criolla. Olvidaban por completo
poner en acción el alma dominicana, sus peculiares sentimientos, sus aciertos y
sus errores, su manera, en fin, de conducirse en la vida".[viii]
Antes de
profundizar en el estudio detallado de este autor, veamos los puntuales datos
biográficos ofrecidos por Emilio Rodríguez Demorizi:
Alix perteneció a una muy honorable familia de Santiago
de los Caballeros. Fue bautizado en Moca, a los nueve días de nacido, el 15 de
septiembre de 1833, fruto del mismo hogar en que su hermana Eloísa haría la
amorosa conquista del repúblico Ulises Francisco Espaillat. Desde la
adolescencia, a los diez y seis años, empezó a escribir las décimas inimitables
que le dieron tan grande y popular renombre. Cantó sin descanso, con entusiasmo
inalterable, renovando y acendrando el artificio criollismo de 1855. En su
larga vida de ochenta y cinco años nadie lograría arrebatarle el cetro de la
poesía popular dominicana. Sus producciones innumerables corrieron dispersas en
volantes y en casi todos los periódicos del país, desde su mocedad hasta sus
postreros días: falleció en su amado Santiago el 15 de febrero de 1918. [ix]
En opinión
del crítico literario y académico Bruno Rosario Candelier, al cual he
consultado a propósito de mi tesis de que Juan Antonio Alix fue el iniciador de
la poesía dominicana, refiere que este no fue un autor improvisado, sino que en
su prolífica producción hay una importante veta de alta cultura, una dimensión
antropológica y sociográfica:
Contrario a lo que se cree, Alix era un hombre ilustrado,
culto, con conocimientos de los recursos de la lengua y arduo oficio de poeta, siendo
el primero en el país en vivir de las letras. Fue no solo el más alto
representante de la lírica popular, sino el primer escritor criollo que
sustenta la base de la literatura dominicana, precedido, en la época colonial,
por Sor Leonor de Ovando, la primera poetiza criolla y del nuevo mundo y, en el
siglo XVIII, por Manuel Meso Mónica, autor representativo de la opinión pública
de los habitantes de Santo Domingo en eventos tan importantes como el Tratado
de Basilea, en 1795[x].
En igual
tenor se expresó el historiador y crítico de arte Danilo de los Santos:
Alix fue una figura determinante en el florecimiento
cultural de Santiago de los Caballeros, cuando esta ciudad incluso llegó a ser
capital de la República dos veces, una el 7 de diciembre de 1857 y, otra vez,
el 14 de septiembre de 1863, que llevó a Eugenio María de Hostos a afirmar que
era ‘la provincia más provincia de todas las provincias dominicanas’[xi],
la que salvó de la invasión haitiana a todo el norte; la provincia en donde se
propugnó con más bríos la oposición a una anexión a España, y la que más ha
batallado contra el despotismo. Alix se desarrolla cuando el noble
provincianismo de los santiagueros estaba en su apogeo, publicando millares de décimas
en volantes que distribuía y vendía él mismo. En la segunda década del siglo
XIX, Santiago era el corazón político, económico y cultural del país.[xii]
Juan
Antonio Alix, similar a Walt Whitman en sus inicios, no ha sido valorado en su
justa dimensión por nuestra crítica literaria. Es por mucho merecedor de ser
llamado uno de los poetas más representativos, cual lo ponderó Joaquín Balaguer
al referir que este era: “el poeta nacional que ha interpretado con más vigor la
idiosincrasia de nuestras clases rurales”[xiii].
Ciertamente, la escritura de Alix, además de describir la naturaleza y el
paisaje de la isla, se apuntaló fundamentalmente en exponer el temperamento, la
lucha, las realidades y la forma de ser del dominicano, en hacer un retrato
pormenorizado del alma criolla. Pese a haber acompañado con sus letras cada
episodio de la fundación de la dominicanidad, existen pocos estudios de su
prolífica obra, publicada originalmente en hojas sueltas, nunca en volumen
formal en vida del autor, lo que hace sospechar que parte de su producción se
ha perdido o permanece inédita.[xiv]
Cultor
aventajado de la forma estrófica tradicional denominada décima, Alix, quizás por
las limitaciones propias de la insularidad y lo convulsionado de la época en la
cual Latinoamérica se desprendía de España, no mostró particular interés por las
innovaciones formales y las corrientes estéticas emergentes, a saber: Romanticismo,
Modernismo y, finalmente, las incipientes vanguardias. Pero, esta desvinculación,
más que desventaja, redundó en el desarrollo de un peculiarísimo estilo, de
hilarante y sincera vinculación con el habla del pueblo. Son innegables las
virtudes de su fecunda producción nacida de la cultura viva: originalidad, musicalidad,
oportunidad, vitalidad y riqueza temática; un conjunto de cualidades que hace
menester ponderarle su condición de pionero aventajado de la poesía dominicana.
Empezó a escribir a la edad de 16 años, alrededor de 1850, a un lustro de nacer
la República. Escribiendo sorteó los avatares de la Guerra de La Restauración,
las vicisitudes de una incipiente democracia agitada por la ambición y codicia
de sátrapas como Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux, Ramón
Cáceres, y contempló ya muy anciano, en 1916, la ignominiosa primera
intervención norteamericana. En ese sentido, es esclarecedora la apreciación
crítica de Emilio Rodríguez Demorizi en torno a la importancia de la obra del
poeta cibaeño:
Los más altos y caracterizados representativos de nuestra
poesía popular de antaño fueron el Maestro Mónica, el oscuro y genial poeta, y
Juan Antonio Alix, cantor fecundo, fácil y entusiasta, el más inspirado de
nuestros juglares. Mónica fue mejor repentista, sin par en el retruécano, pero
sus composiciones, meramente ocasionales en su mayor parte, como apenas salían
de los lindes de la ciudad, margen del Ozama, no reflejaron la unidad de
ambiente de su tierra, ni recogieron el verdadero espíritu de sus
contemporáneos, al término de la Colonia. En los romancescos cantos de Nicolás
Ureña y de Feliz María del Monte, iluminados por el color local importado de
Cuba, tampoco hay los hondos y dilatados ecos del alma dominicana, el
criollismo integral de Juan Antonio Alix, el poeta criollo por excelencia y uno
de nuestros más originales temperamentos literarios.[xv]
Juan
Antonio Alix, desde el humor, hizo suyo el folclore rural y urbano, el latir
real del corazón provinciano. De ahí, de la realidad de la incipiente
nacionalidad decimonónica, surgieron sus aciertos literarios primigenios. Su
poesía constituye testimonio pormenorizado del habla criolla, en tanto la
registró y celebró creativa y orgullosamente, hasta el desenfado. Al respecto, el
crítico dominicano de origen español, Manuel Valldeperes, refiere:
“La obra del llamado Cantor del Yaque es popular,
popularísima, y gran parte de ella recoge momentos y circunstancias de la
actividad diaria –sin excluir la política–, no solo del Cibao, sino en el país
entero. Se trata de una poesía espontánea, simple y deliberadamente intencionada
de la que, como sucede con toda la poesía universal de ese género, pueden
extraerse enseñanzas no solo de situaciones específicas, sino deducciones
temperamentales sobre el estado de ánimo de la comunidad a la cual los hechos
narrados refieren”.[xvi]
ARRAIGO EN LA TRADICIÓN HISPÁNICA
Juan
Antonio Alix tenía una cultura notable, constatable en el hecho que toda su
producción se inscribiera, con propiedad, en una tradición arraigada por siglos
en la lírica española, de cantores centrados en la oralidad, que ejercitan la
capacidad creadora para testimoniar, explicar o describir, el entorno social.
Su arma formal fue la estrofa de diez versos octosílabo denominada décima, conformada
en su forma clásica, según algunos estudiosos, por dos redondillas y dos versos
centrales que repiten la rima primera y última de la redondilla; en tanto que
otros la definen como una redondilla más una setilla. Aunque existen otras
formas estróficas populares (cuartetas, quintillas, redondillas, coplas, etc.),
Alix solo utilizó la variante estrófica “espinela”, de ágiles versos
octosílabos rimados regularmente en consonantes.[xvii]
La décima espinela es aún la más importante forma estrófica utilizada en Hispanoamérica,
introducida por los exploradores, colonizadores y misioneros españoles,
conocedores de la efectividad de los versos medidos y rimados, como hacían los
juglares y trovadores del Medioevo, para memorizar, atraer la atención y
comunicar. En países como Colombia, Cuba, Argentina y Puerto Rico (e incluso en
la provincia de Peravia, con Los Chuineros de Baní), en los cuales se mantiene
con mayor fuerza el cultivo de las décimas, su vocalización se hace sobre una
base melódica acompañada por guitarras.
Las
situaciones retratadas por Alix están llenas de un gracejo emparentado con las
estampas picarescas de las novelas escritas en el Siglo de Oro de las letras
españolas, verbigracia El Lazarillo de Tormes. Alix mismo es un personaje, un
quijotesco protagonista de cuantas aventuras y tropiezos cuenta. Joaquín
Balaguer es el investigador literario que con mayor perspicacia ha destacado la
agudeza del decimero cibaeño para incorporar la sabiduría popular de raigambre
hispánica preservada en el habla de las mujeres y hombres de nuestros pueblos y
campos:
No tiene menos valor folklórico, en la poesía de Juan
Antonio Alix, el elemento paremiológico por medio del cual el pueblo dominicano
expresa su buen sentido y su filosofía vulgar y mundana. No solo abundan en sus
décimas refranes de abolengo español, expresión de la tradicional agudeza castellana,
sino también muchos proverbios nacidos en los campos del país y que traducen la
malicia instintiva del campesino dominicano, reflejando algún aspecto de su
psicología robusta y sana y de su carácter profundo y duradero.[xviii]
A seguidas,
parte de la selección hecha por Joaquín Balaguer sobre los refranes y frases
proverbiales usadas por Alix en sus composiciones:
Coger los mangos bajitos
Dice
don Martín Garata,
personaje
de alto rango,
que
le gusta mucho el mango
porque
es una fruta grata.
Pero
treparse a la mata
y
verse en los cogollitos
y en
aprietos infinitos
como
eso es tan peligroso,
el
encuentra más sabroso
coger
los mangos bajitos.
El puerco no se rasca en jabilla
(Una
fiesta curiosa)[xix]
Y la
injusticia sencilla,
disfrazada
de barraco,
contestó:
“yo no me raco
en
Espinosa jabilla” …
Eso es paja para la gaiza
En
lo campo é jei lugai
que
producen ma rifrane,
y en
donde ma chailatane
se
juntan para jaraniai,
agora
pa deplicai
que
una cosa no reaisa.
Y
que la tienen poi faisa,
poique
en nada se abakira
así
e que dicen agora:
eso
e paja pa la gaisa…
Vivir de la mamadera
(la
paz se consolida)
Pero
de toda manera
No
falta algún disgustado;
De
varios que ya han jurado
Vivir
de la mamadera…
No ser chicha ni limoná
(le
acabó la carestía)
Los
pobres no pueden ya
soportar
cosa tan seria,
porque
morir de miseria
no
es chicha ni limoná
Caerle a uno como pavos:
(Rusos
y japoneses)
Los
ejércitos más bravos
de
Europa en la gran pelea,
contra
Rusia en la Crimea,
le
cayeron como pavos…
La rana, o el maco, no es peje
(mis creencias)
No
por eso soy ateo
ni
tengo nada de hereje,
pero
que la rana e peje
en
eso sí que no creo
Unos atajan y otros enlazan
(el vale Juan y el vale José)
Que
un pueto desocupao
no
pueda sei que se pase,
a
uno que nada jase
ni
ha jecho poi la nación,
poique
eso no e razón
que
uno ataje y otro enlace
Joaquín
Balaguer, procurando establecer la condición de hombre de letras de Juan
Antonio Alix, señaló con propiedad las fuentes de muchas de las frases
proverbiales que recogió en sus décimas. Si bien las referencias se remontaban
a la tradición literaria hispánica, el uso de Alix en sus décimas, recreando
situaciones cotidianas, las mostraba como parte del acervo cultural y
lingüístico del habla dominicana:
Buscarle tres pies al gato
(La religión
y el Estado)
A ese
proyecto insensato
no deben de
darle paso,
pues sería
en todo caso
buscarle
tres pies al gato…
(V. Quijote, cap. 10. Parte II)
Esas son otras quinientas
(El
juramento constitucional)
Ahora sí
son las cuentas
y las deudas
por doquiera,
que dejó la
tintorera,
esas son
otras quinientas…
(V, Gonzalo
Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales, 205)
Ladrón que roba a ladrón, tiene cien días
de perdón
(Lo
ladrone)
Siño Juan
Antonio Alix,
ladrón que
roba a ladrón,
en el
tribunal divino
tiene cien
días de peidón…
(V.
Fernando de Rojas. Quien engaña al engañador... (La Celestina XIX 190). Quien
hurta alladró gana cien días de perdón (La Pícara Justina I 203. También se
emplea la forma: El que roba a un ladrón, tiene cien años de perdón.)
(La caída del gobierno de Jiménez)
Señores:
dice un refrán
que el
hombre siempre propone,
pero como
Dios dispone
no siempre
se cuaja un plan…
(V. Quijote, cap. 55. II parte II 55. También Proverbio
16:33)
De esta agua no beberé
(La
pobreza)
Al que por
rico se dé
hoy le dice
la riqueza,
que no diga
con certeza,
de esta
agua no beberé…
(V. Nadie diga «desta agua no beberé» (El Quijote II 55)
El que menos corre, vuela
(A los
habitantes de Santiago)
Que estos
tiempos no son sanos
y así sea
una bagatela,
entregadla
con cautela
al Tesorero
o al Cura,
porque hay
tanta figura
que el que
menos corre, vuela.
(Real Academia Española: Diccionario de la lengua
castellana, decimocuarta edición, Madrid: Sucesores de Hernando, pág. 285.
Existen las formas “El que no corre, vuela” y, de uso menor, “Quien no corre,
vuela”. Fuente oral) [xx]
LINGÜISTA
EMPIRICO
Antes que
los alumnos de Ferdinand de Saussure publicaran, en 1916, su Curso de Lingüística General a partir
del cual desarrolló la “lingüística estructural”, y antes que Pedro Henríquez
Ureña realizara, en 1940, su estudio “El español en Santo Domingo”, las décimas
de Alix ya testimoniaban el acervo del habla dominicana. Sin dudas, sus
atinados versos octosílabos pueden ser denominados con propiedad, estructuras o
“constructos” discursivos en todo el sentido de la palabra que, nacidos de la
cotidianidad de personajes populares envueltos en experiencias diversas, recuperan
las ideologías de su contexto social.
Lo dicho
puede observarse en detalle en el poema “A la señora Anacleta” que contiene la
jocosa situación de un pretendiente que se acerca a la esposa en la víspera de
la muerte de su marido. La singular estampa es introducida con una redondilla,
seguida de décimas cuyas rimas se ven afectadas por los fenómenos lingüísticos
(apócope, epéntesis, prótesis, aféresis,[xxi]
y la vocalización de “i” en lugar de las consonantes “l” y “r”) característicos
de la zona campesina del norte del país, compuesta, según Pedro Henríquez Ureña,
por: “los campos del Cibao, en el norte, particularmente en las proximidades de
Santiago de los Caballeros y San Francisco de Macorís, sin llegar a las
regiones costeras de Puerto Plata y Montecristi”[xxii].
Veamos el inventarios de las palabras del español transformadas por el poeta
para amoldarse al habla cibaeña: siña [señora], quieo [quiero], preferío
[preferido], marío [marido], quei tá [que él está], uyí de uté [oir de usted],
uté [usted], jalla [haya], ma [más], cota [consta], ei[el], veime [verme],
bujío [bohío], viene [bienes], agora [ahora], etá [está], petaña [pestañea],
pieide [pierde], acueide [acuerde], aidiente [ardiente], cudiciai [codiciar],
guaidai [guardar], siño [señor], negrúa [negrura], empretará [prestará], múa
[muda], pa [para], di [ir], belorio [velorio], moitorio [mortuorio], aibeitío
[advertido], econdío [escondido], hablaile [hablarle], dei [del], etc.
En el poema
“A José Martínez”, destaca la vocación dialógica, de iteración entre el autor y
diferentes camaradas o compañeros de tragos, describiendo la pícara situación
usual entre campesinos afectos al alcohol y poco dados a colaborar con el pago,
así como el acervo de palabras del argot cibaeño: botines, chupetines,
bochinchines, apriéteme, chupar, burro y los pintorescos apodos: Chago, Chuchú.
Igual
tratamiento lingüístico, de recuperación del habla cibaeña, acontece en el
poema titulado “A la señorita Urna
Camila, mi apreciada candidata”, que
contiene el reclamo amoroso de un político que busca convencer a la dama objeto
de su amor con la promesa de vivir con comodidades en abundancia a costa del
erario, expresada esta promesa en el verso usado como pie forzado “beberemos
leche pila”, esto es, leche en abundancia. Esta inmejorable sátira, con
increíble vigencia a cien años de su concepción, retrata el uso del poder
político para el propio beneficio: “Yo te pondré en la plantilla / y a tu
familia también, / pa que to vivamo bien, / ¡y que así no habrá quiquilla!”. El
objetivo amoroso y pecuniario de la voz lírica es claro: “En fin, candidata
mía, / mi guto e que no casemo, / pa que entre lo do gocemo / de nuestra vaca
paría.” La despedida no es menos interesante, al aparecer firmando otra persona:
“Soy tuyo jata la mueite, / Maicelino Aimengoi”, en fecha probablemente remota,
3 de mayo de 1844, lo que luce un artificio para Alix evadir la responsabilidad
de la mordaz crítica implícita en los versos, haciendo lucir que se trata de un
escrito por encargo y en fecha en que, si no es error de antólogo, apenas existía
la República Dominicana.
Los poemas
de Alix ofrecen todo un banquete lexicográfico, un enriquecido campo para
lingüistas curiosos, cual sugiere el crítico cubano Luis Beiro:
[…] no han llegado a nuestras manos los correspondientes
estudios de rigor, la infinidad de aristas y peculiaridades, tanto formales
como de contenido de la obra de Alix. Como tampoco tenemos delante de nosotros
una valoración a favor o en contra de las excelencias de su técnica de
versificación. Solo el escritor cubano Carlos Fernández Rocha dedicó su tesis
doctoral en los Estados Unidos para establecer de manera parcial sus valores
lexicológicos y lingüísticos.[xxiii]
SOCIÓLOGO
NATURAL
Juan
Antonio Alix testificó el tiempo presente (mejor, su presente histórico) desde la
espontaneidad de una escritura con vocación de oralidad, perfilando
características que, si bien para algunos constituyen antivalores, pintan con
exactitud la idiosincrasia de los diferentes estratos sociales criollos. Acontece
en sus décimas el develamiento de la hipocresía y de las apariencias de los
grupos dominantes, se desnudan los esfuerzos de ascensos social de la pequeña
burguesía constituida por comerciantes y se evidencia la marginalidad de una
importante parte de la población.
Entre los poemas
de Alix que mejor recogen la dinámica social destaca “El negro tras de la oreja”,
en el cual enhebra con extraordinaria sagacidad, sobre el humor, la sátira y la
ironía, la mayor e incisiva denuncia contra la discriminación racial imperante.
Este es uno de los pocos textos de nuestra historia literaria, e inclusos de la
historia de los estudios sociológicos dominicanos, en la que la negritud[xxiv] —o mejor, el prejuicio racial contra los negros
dominicanos— es abordada con propiedad[xxv]. Alix, con agudeza sin par, desnuda la segregación
solapada, el disimulo de la negritud que avergüenza a una sociedad
mayoritariamente mestiza, mulata, negra, que se niega a mirarse al espejo. A
este respecto, el poeta José Enrique García precisa:
“Entre humor,
ironía, verdades, sugerencias, el poeta cuenta un hecho histórico que se
profundizó en el transcurrir y que se hizo ley entre nosotros: la preeminencia
del color negro. Nadie se escapa de ello, pues desde aquellas devastaciones de
Osorio, de 1605 y 1606, el país no cesó de entrar en un proceso de mestizaje
que condujo, definitivamente, a un mulataje sin regreso.”[xxvi]
La asunción,
en la sociedad dominicana, de valores culturales discordante con la realidad resultó,
primero, de la supremacía blanca impuesta por la colonización europea, luego, por
el proceso de “blanqueamiento” derivado de la convivencia a la que se vieron
forzados los colonos blancos con sus esclavos, por el abandono de las
autoridades peninsulares hacia su colonia de Santo Domingo, en el período comprendido
entre 1809 y 1821 y, luego, por el sentimiento generalizado contra los negros
arraigada por la sangrienta ocupación militar haitiana y la gesta de
independencia dominicana librada en 1844, cuando Alix contaba ya con once años.
El sentido de pertenencia a la metrópolis europea y con ello la percepción de “blancura”
criolla se reafirmó durante los aprestos anexionistas de Pedro Santana. Aunque
esta acción “españolizante” fracasó en lo militar, trascendió en el sentimiento
de comerciantes, terratenientes, políticos e intelectuales, que devinieron en
la clase gobernante. Como consecuencia, la visión del dominicano de sí mismo que
se arraigó en tiempo de Alix –y aún permanece– fue hispanófila, aferrada a la
vinculación europea y de espalda a los componentes indígenas y africanos presentes
en el desarrollo del ethos nacional.
La
composición real de la sociedad dominicana que, jocosamente señala Alix, ha
sido validada por un estudio reciente realizado por la Academia Dominicana de
la Historia, el National Geographic Society y la Universidad de Pennsylvania,
con la colaboración de la Universidad Iberoamericana (UNIBE). A partir de una
muestra de 1,000 personas, la ciencia comprobó lo que el poeta ya sabía en el
siglo XIX, que la población dominicana no es blanca, al poseer un 39% de ADN de
ancestros europeos, un 49% africano y un 4% taínos.[xxvii]
Lo cierto es que el dominicano acepta gustoso que le consideren blanco, moreno,
indio (una denominación racial en vez de un color), pero jamás, sin importar
los acentuados rasgos y matiz oscuro de la piel, que lo llamen mulato o negro.
El poema “El
negro tras de la oreja”, escrito en 1883, de manera urticante se adentra en
nuestros prejuicios, verbalizando lo obvio, abordando de forma singular –y aún
no superada– el tópico más sensible de la idiosincrasia dominicana. Tanto ha
sido la negación del componente racial africano en la sociedad dominicana que
Juan Antonio Alix, testigo y protagonista de las principales gestas de la
dominicanidad, en su acerada y acertada mirada de nuestra identidad consideró
pertinente una amonestación colectiva:
Como hoy la preocupación
a más de una gente abruma,
emplearé mi débil pluma
para darle una lección;
Reprochando
enfáticamente, en sus mejores décimas, la absurda discriminación entre iguales:
Pues esto en nuestra Nación
Ni buen resultado deja,
Eso era en la España vieja
Según desde chico escucho,
Pero hoy abunda mucho
«El negro tras de la oreja».
Alix llama “España
vieja” a la colonia española hasta la invasión haitiana de 1821; pues antes de
esa fecha, españoles y esclavos negros se multiplicaban en hijos multicolores.
Aquellas dos décadas de violencia de los negros haitianos contra los blancos
españoles y criollos, enraizaron el odio racial en nuestra sociedad.
En el
arraigo de la vocación hispanófila, probablemente influyeron las ideas utópicas
latinoamericanistas de José Enrique Rodó contenidas en su obra Ariel, de principios del siglo XX, que
constituiría el ideario de intelectuales como Pedro y Max Henríquez Ureña y,
posteriormente, de figuras fundamentales del régimen trujillista, como Joaquín
Balaguer, uno de los principales estudiosos del popular poeta cibaeño. Para
acentuar la reprimenda, Alix cerró el poema con una necesaria moraleja que
invita a la armónica convivencia:
El que se crea preocupado
que se largue allá a la Habana,
que en tierra Dominicana
no les da buen resultado.
Y el bizcochuelo lustrado
aunque sea con miel de abeja,
No dé motivo de queja
que todo esto es tontería,
pues está a la moda hoy día
“El Negro Tras de
la Oreja”.
CRÍTICO SAGAZ
Juan
Antonio Alix estuvo siempre atento a las circunstancias de su tiempo, cual deja
entrever José Ramón López al expresar: “El asunto de sus décimas siempre fue un
aspecto de la vida dominicana, alegrado al pasar a través de su temperamento
picaresco”[xxviii].
La sagacidad proverbial de Alix le permitió criticar severamente, siendo
gracioso, sin sufrir las consecuencias de denunciar los defectos a los
políticos y enfrentar a los poderosos; dicho en su estilo, tenía la habilidad,
que no es poca, de saber nadar y guardar la ropa:
En los
gobiernos pasados
los jefes
que gobernaban
ellos
mismos arreglaban
moldes para
diputados.
Y algunos
salían dañados
pues no
servían para coro,
pero otros,
créalo Teodoro,
que antes de al congreso ir
los
enseñaba a decir:
Corroboro,
corroboro.
Ningún
texto ulterior, en prosa o en versos, caracteriza de mejor manera la sumisión
irrestricta del poder legislativo ante el poder ejecutivo. El decimero caricaturizó
con propiedad a unos congresistas que, designados por el dedo de las instancias
partidistas o electos por las deficiencias de una democracia clientelista,
incumplían sus roles de fiscalizadores de las gestiones gubernamentales, motivados
por prebendas:
Pues hoy no
fumamos eso,
porque en
sacudiendo el saco
que tenemos
en el caco,
abur amable
Congreso.
Cuándo
comerás más queso!
y jamón en
plata de oro!
cuándo
causaras más lloro
al país en
general!
No es así
amigo Vidal?
Corroboro,
corroboro.
Como se aprecia, es increíble la propiedad y actualidad
de estas décimas.
PUBLICISTA
NATO
Alix fue el
primero en hacer de la poesía un oficio lucrativo; pues, se la ingeniaba para
sacar provecho (o mejor, pesos e incluso especias para su sustento) de su
ingenio, constituyéndose espontáneamente en vocero, lisonjero a veces, de
cuanto productos, servicios y oficios, cuyos dueños pudiesen retribuirlo
materialmente. Fue un publicista nato, también pionero en este aspecto, cual se
aprecia en el anuncio “Luz diamante”
en la que informaba las cualidades de un gas tipo kerosene para lámparas. La
presentación del producto es efectiva y oportuna, cual se aprecia en la
redondilla inicial:
Mamita mande a comprar
porque se acaba al instante
el gas más particular
que se llama ‘Luz Diamante’.
Rematando,
inmediatamente, en los primero cuatro octosílabos de la siguiente décima con la
información precisa del suplidor:
Y dónde lo venden Luisa
ese gas tan Superior?
—En la casa del señor
don Chichi de Pastoriza.
Para no
resistirse es la recomendación hecha al consumidor potencial en la décima
final:
El que deseare probar
péguele a este gas candela
sea con fósforo o con vela
que no lo podrá inflamar.
Y además no hay que bregar
con la mecha petulante
subiéndola a cada instante
que es tormento por demás,
porque Chichi tiene un gas
que se llama "Luz Diamante".
Parte de
ese natural trueque de conveniencias son los poemas dedicados a difundir los
eventos sociales y el carnaval, los cuales constituyen tópicos imprescindibles
para un cantor popular fundamentalmente oportunista como Alix, puesto que estos
convites devienen en escenarios ideales, tanto para que los pudientes puedan
ostentar las bonanzas acumuladas, como para distender relajadamente las
fronteras del disfrute; cual puede apreciarse en el poema “Cuatro bailes de
disfraz en el Casino de Don Rafael Ma Leyba”, en donde gustoso, a modo nuevamente de mercader con megáfono,
invitaba a asistir a unas fiestas de carnestolendas:
En los días de carnavai
y en el salón más capaz,
cuatro bailes de disfraz
daré con gusto especial:
la música es sin rival,
nuevas danzas de primera
mil lámparas y briseras
lucirán con sus reflejos,
y a verse en grandes espejos.
Venid bellas santiagueras.
No escatimó
en destacar las bondades del lugar, las habilidades de los músicos y la
excelente cantina para las libaciones de Baco y las epicúreas degustaciones.
Tampoco perdió oportunidad para especificar en los versos la contribución
monetaria obligatoria:
El empresario os ofrece
una cantina muy buena
y una magnífica cena
de lo que uno apetece.
Pero también le agradece
que paguen sin dilación
pues en esta reunión
como si lo estáis mirando
que no habrá contrabando
en mi lujoso salón.
Hilarantes
eran sus décimas con dedicatorias especiales o “glosas improvisadas” por
favores recibidos, como la titulada “A don Ramón Guzmán Jiménez”, en la cual agradecía festivamente el
regalo de una pieza de jamón que le obsequiaron en muestra de amistad:
Allá en tu
rezadera
ruégamele a
San Frutoso
que ese
tajo tan sabroso
no me haga
andar de carrera.
Pero aunque
haya corredera
por el
sancocho y el ají
te hago
saber desde aquí
que Pedrito
mi vecino
me ha
entregado el tocino
por ser
dirigido a mí.
PATRIOTA
En poema
como “Al pueblo dominicano”, publicado
el 16 de diciembre de 1844[xxix],
Juan Antonio Alix dejó fluir un fervoroso llamado a la defensa de la República
contra una posible invasión haitiana. Esta vez, puesto de lado todo espíritu
cómico, Alix, autodenominado “patriota”, no jugaba al pedirle a los dominicanos
que se preparasen para la guerra:
Al
pie de ese pabellón
que una cruz nos deja ver,
hemos jurado vencer
o morir por la Nación.
Y aunque venga Salomón
con todo Haití contra ella,
jamás en nuestra Quisqueya
tremolará otra bandera,
más que esa imperecedera
de Duarte, Sánchez y Mella.
Reiteró su dominicanidad en el poema
titulado “El 27 de febrero”, escrito en 1884, en fecha próxima a la
conmemoración de la gesta independentista:
Cuarenta años, ciudadanos,
mañana justos tendremos,
que el digno nombre tenemos
de LIBRES DOMINICANOS.
Entonces fue, mis hermanos,
que allá en la Capital
con un valor sin igual
de valientes un puñado
por ellos fue enarbolado
nuestro emblema nacional.
En el poema “¡Viva el 16 de agosto! ¡Viva la Restauración!” dejó un claro
testimonio de su regocijo por la emancipación lograda por los dominicanos en la
Guerra de la Restauración librada, desde 1863 a 1865, contra España:
De vuestro grande heroísmo
esperamos ver blanqueadas
vuestras casas y adornadas
en prueba de patriotismo;
y toda calle lo mismo
Adornad con profusión
que la música y el cañón
por ellas veréis paseando,
y todo un pueblo gritando
"¡viva la Restauración!".
Como se aprecia, probablemente no existe otro poeta criollo que haya
defendido con tanto ardor y sistematización la tierra de su nacer y vivir.
SIN TABÚES
AL ESCRIBIR
Para Juan
Antonio Alix no hubo temas prohibidos, tampoco ajenos a lo poético. Se
parapetaba tras lo jocoso para blasfemar o tocar lo soez a sus anchas y sin
consecuencias:
Opina San Agustín
que no hay un mayor tormento,
como tener un basín
con cáca en un aposento.
No
titubeaba para expresar lo vulgar, lo repulsivamente escatológico:
El verse uno arropado
con otro es tormento feo,
y si sueltan un buen peo,
el tormento es duplicado.
Pero ya está probado,
que es más fuerte el del basín,
pues lo dice San Joaquín,
que si el basín es de vieja
es tormento sin pareja,
opina San Agustín.
No se
inmutaba al escribir sus versos burlescos, nada le causaba náusea:
Como dice seña Luisa:
"Ete si ejei tutumpote
que uno que tenga sicote
junto a uté se siente en misa".
Pero sin que cause risa
ni se coja a sentimiento,
no hay un mayor tormento
ni cosa má petulante,
como ése del marchante
con cáca en un aposento.
De este
escabroso contexto, sin dudas el más logrado y celebrado es el poema titulado
“El follón de Yamasá”, en el cual un feligrés de la parroquia de Boyá, con una
fétida indelicadeza, causó, en plena misa, el mayor de los revuelos:
Siento mucho relatar
lo que al fin relato hoy,
porque ya dirán que soy
amigo de exagerar;
Y el que me ha de murmurar
desde ahora ya sabrá,
que tres pitos se me da
que figuren que es un cuento
lo que pasó en el convento
del pueblo de Yamasá.
Esta vez,
las décimas fueron concebidas con un nivel de lenguaje más depurado y sugerente
que, pese al repelente tema, hace que se lean con relajada atención e inusitado
deleite:
Del púlpito descendió
de cabeza el reverendo,
y al caer iba diciendo:
¡Qué peo se han tirado, fo!
Y al sacristán que le dio
esa brisa tan impura,
dijo ¡fo, y es de asadura,
aquí no lo aguanto yo!;
y en seguida se tiró
de cabeza tras del cura.
Los versos
liberan la risa hasta el paroxismo. La comicidad, ensalzada por el testimonio
de los infortunados presentes, se incrementa a cada décima:
Como el campanero es ciego
al oír la corredera,
sin averiguar siquiera
comenzó a tocar a fuego.
Salió el cura sin sosiego
con la frente en un chichón
gritando más que un lechón
y preguntando igualmente:
¿Quién ha sido el indecente
que se largó ese follón?
A una vieja de la Jagua
le tumbaron el pañuelo,
y se vio caer al suelo
una peineta de yagua;
dejaron allí una enagua
por el maldito follino,
que, por tener palomino,
nadie la quiso tocar;
al Alcalde del lugar
le aplastaron el gallino.
Versos
ligeros conducen al clímax de la risa, al develar la identidad inesperada del
taimado perpetrador:
Salió un viejo setentón
hinchado y descolorido,
y al cura dijo: yo he sido
el que me tiré el follón.
No fue esa mi intención
le digo, Padre bendito,
sepa usted que estoy agito
y creo que no tengo cura,
calcule que es de asadura
que comí cuando chiquito.
Este es,
sin dudas, un texto paradigmático del género popular, por su lograda factura y
jocosidad. No debe faltar en ninguna antología de Juan Antonio Alix.
CON LOS
PREJUICIOS DE LA ÉPOCA
No todo era
inocente en Alix. Su poema “A un ricachón que le quitaron doscientos y tantos
pesos, porque su hijo deshonró una niña, alegando éste que él la encontró
deshonrada”, muestra la cultura
patriarcal, fuertemente arraigada en el siglo XIX y principio del XX. La
víctima, para el machista decimero, era un pobre niño rico impelido a tener
sexo no consensuado con una “viciosa” niña que no era virgen:
Al que le sienten dinero
le arman tamaño proceso
y le muerden por un cuero
dos cientos y tantos pesos.
En esta
redondilla de entrada está planteado el conflicto como una estafa por sexo. La
actitud del poeta no pudo ser más servil ante los pudientes:
Todo el que adquiere fortuna
legalmente y sin malicia
su enemigo es la justicia
porque siempre lo importuna.
No le falta nunca una
jeringa de un majadero,
y le buscan siempre un pero
para poderlo morder,
pues lo tienen que... Perder
al que le sienten dinero.
Pero, sobre
todo, de interesada subordinación al poder político, especialmente en tiempo de
la dictadura de Ulises Heureaux (Lilís):
Si un gobierno está afligido
siempre ocupa al que trabaja,
y más tarde es la navaja
del que lo ha favorecido.
Si dan dinero es perdido,
si no dan que son traviesos,
algunos jefes perversos
velándolos siempre están,
y en cualquiera voy o van
le arman tamaños procesos.
Según el
poeta dicharachero, engañaron al inocente galán calenturiento:
El que se pone a pensar
y en pensar no es muy profundo,
se mete hasta vagabundo
y deja de trabajar.
Porque dejarse ordeñar
de varios hombres traviesos
que así viven todos esos
estafando al mundo entero,
no es razón dar por un cuero,
doscientos y tantos pesos.
Para el
pícaro machista decimero, demasiado alto fue el precio pagado para resarcir la
tragedia familiar de la deshonra de una niña. En la actualidad, con sólo este
texto, Alix, con justa razón, sufriría la ira de feministas sensibles ante la
violencia de género. Pero, y no como excusa, esta no era una actitud exclusiva
del poeta, sino lo característico de una sociedad rural, provinciana. Aquellos
eran tiempos en que una mujer, aún en el primer mundo de las potencias
imperiales, debía firmar con seudónimo sus creaciones artísticas y literaria,
no podía trabajar fuera del hogar y no tenía derecho al voto. En fin, que
aquella errada visión de Alix acerca de los derechos de la mujer empeora en los
textos siguientes. Así, en el poema “A una vecina”, la picardía non santa del
decimero se dirigió hacia una mujer que consideraba chismosa, infiel y bruja,
cual se aprecia en la redondilla inicial:
Se queja
esta vecindad
de la mujer
más chismosa
que tiene
esa habilidad
de ser muy
escandalosa.
En su afán
de provocar risa, el Alix misógino no escatima veneno, siendo cruel al extremo
para caracterizar:
Es una
mujer casada
que ama
tanto a su marido
que lo
tiene muy lucido
con la
cabeza enchiflada.
/…/
Es tan
fuerte esa mujer
y tiene tan
mala fama
que ni
respeta a su mamá
ni al padre
que le dio el ser.
El popular bardo no escatimó epítetos severos,
condenatorios, contra la mujer infiel:
Un día salió
en camisa
porque una
mujer casada
le iba a
dar a esa malvada
una
elegante paliza.
Pues si no
sale de prisa
y se va a
la vecindad
lo que es
una cantidad
de leña
hubiera llevado
pues coger
hombre casado
tiene ella
esa habilidad.
Al leer
esta desafortunada estampa un sentimiento de vergüenza ajena aflora doblemente,
por las hazañas libertinas que los versos refieren y porque más chismoso
resulta el poeta que la alegada mujer ladina. El machismo latente se extrema en
ambientes en los que las bravatas de testosterona seguro hacían del poeta el
alma de la fiesta, cual se infiere de lo referido por Joaquín Balaguer:
Fue en sus composiciones de carácter pornográfico que
Juan Antonio Alix derramó, a manos llenas, la sal de su genio desenfadado. El
gran poeta desciende a los bajos fondos de la ciudad, a los antros en que el
río de la vida acumula sus heces milenarias y recoge sin ningún escrúpulo todo
lo que se arrastra sobre ese muladar humano… Nos da siempre una visión grosera,
pero exacta…
En este
contexto machista, las desconsideraciones contra la mujer se extreman, cual en
el poema titulado “Como los cueros son tan amigos de lucirse (más si es ante el
público) /con cualquier persona que use de una chanza con ellos”:
Si es de mujer formal
cualquier desprecio entristece,
cuando es de un cuero fatal
el desprecio se agradece.
No hay
dudas de que este poeta frecuentaba los antros de perdición y era afecto a
placeres fáciles a los que, probablemente, procuraba acceder con argucias, para
que la entrega fuera gratuita. De ahí el triste retrato de la “mujer objeto”
comparada, desde una moralidad fingida, con la virtuosa “mujer formal”:
Mujer sin reputación
cuando un desprecio ha hecho,
no lo siente ningún pecho
ni menos un corazón.
Pues dice San llarión
que en siendo un cuero fatal
tiene la conducta igual
a una perra sin tramojo
y un desprecio causa enojo
si es de mujer formal.
Con sobrada
razón, insisto, Alix sería censurado en la actualidad por las personas
sensibles a la discriminación y violencia de género, especialmente a partir de
la segunda parte de este poema:
Vengo a darte tu retiro
porque no quiero ni verte,
cada vez que yo te miro
quisiera un ojo romperte.
Escucha perra huevera
el cariño que te hago
para que veas que te trago
como un purgante de higuera.
La
hostilidad no queda en mera retórica, se transforma en amenazas de muerte:
Cuando tu nombre recuerdo
desecho ese pensamiento
pues me creo que si te miento
hasta yo mismo me muerdo.
Y si yo no fuera cuerdo
no te daría tu retiro
sino te pegara un tiro
y al infierno te mandara
por no sajarte esa cara
cada vez que yo te miro.
El machismo
se radicaliza en las adjetivaciones descalificativas que aparecen en la tercera
parte del poema:
Yo tuve una perra china
que un tramojo le pegué
como era perra huevera
rompió el tramojo y se fue.
/…/
De Masacre hasta Payabo
goza de muy mala fama
pues todo aquél que la llama
le sigue meneando el rabo.
Abundan las
metáforas de naturaleza zoológica que procuran bestializar a la mujer,
degradarla acaso por haber hecho uso de su albedrío, por su decisión de no
continuar con él, en una relación tóxica:
Esa perra tan sarnosa
cuando yo la recogí
nada más le dije así:
"citón, citón, Mariposa!
/…/
Para mí esa Mariposa
como no vale un comino,
que trancara su camino
tuve esa suerte dichosa
pero le advierto una cosa,
al que posada le dé,
que le pegue en cada pie
una cadena de hierro
que ella por coger perro
rompió el tramojo y se fue.
Tampoco es
positiva la caracterización de la mujer “respetable”, partiendo de que, en un
poema, ya referido, acusó de puta a una niña deshonrada. Una mujer “formal”
parecería haber sido aquella resignada a la subordinación doméstica; la
modosita hija de familia, preferiblemente acomodada, que estaba dispuesta a
parir todos los hijos de Dios y permanecer sometida incondicionalmente a los
caprichos del esposo, aunque este fuese un abusador. A esta, eso sí, le asistía
el trivial derecho durante el cortejo –en orden de escoger al mejor partido, al
desprecio altanero– de rechazar a su antojo los avances, no necesariamente
galantes, de pretendientes como el ilustre trovero: “Si es de mujer formal /
cualquier desprecio entristece, /…/ y un desprecio causa enojo /…/ si es de
mujer formal. / qué importa por qué desprecie”. En su mente, como pacto de justicia,
a la víctima le asistía el derecho de escoger su carcelero.
ENTRE LA ÉTICA
Y LA ESTÉTICA
Juan
Antonio Alix fue una persona auténtica, con más luces que sombras; estuvo
expuesto a errar y, efectivamente, erró en más de una ocasión, empujado, sobre
todo, por prejuicios de la época y las circunstancias materiales adversas. Fue
un poeta humano en demasía, al cual, lejos de idealizarlo, debemos admirar por
haber trascendido sus limitaciones. De ahí lo necesario de ponderar las
críticas –extraliterarias, sea dicho– que ha canalizado la intelectual y
periodista Angela Peña, al referir la severa opinión del historiador Santiago
Castro Ventura, quien acusa al genial poeta de un pecado del cual,
objetivamente, pocos ciudadanos del pasado y del presente se han librado: poner
sus talentos al servicio de figuras del poder político que en algún momento
puedan ser cuestionadas por su accionar:
“Podrá ser –el más criollo de nuestros poetas–, el que
–cantaba como los ruiseñores del bosque, inspirado tan solo por la naturaleza–,
como lo describía el sociólogo José Ramón López; –el príncipe de nuestros vates
populares–, según Vetilio Alfau Durán o –el poeta nacional que ha interpretado
con más vigor la idiosincrasia de nuestras clases rurales–, al decir de Joaquín
Balaguer, pero Juan Antonio Alix, el que con mayor profundidad y gracia dejó el
más rico acervo para estudiar la identidad y el habla popular del dominicano,
no merece que una calle de Santo Domingo lleve su nombre porque es un ejemplo
negativo del deber ser de un ciudadano, ya que se aprovechó de la política para
lucrarse”.[xxx]
El
principal de los defectos “imperdonables” del Cantor del Yaque que: “fue
soldado de la Separación y asistió a la toma de Beller con el grado de Cabo de
nuestro Ejército”[xxxi],
consistió en desconfiar, como Pedro Santana –quien está en el Panteón
Nacional–, de la capacidad de los criollos para mantener la independencia de la
incipiente República y optara, inicialmente, por tomar bando por el proyecto de
anexión de la República a España:
En la Restauración, figuró entre los patriotas que se
sublevaron en Guayubín en febrero de 1863. Pareció determinado a no deponer las
armas, y junto con otros dominicanos buscó refugio en Haití. Se enteró bien de
las costumbres de aquel pueblo, y además estuvo al tanto de los preparativos
para la formal guerra libertadora; pero días antes del golpe de Capotillo,
cruzó la frontera, se acogió a las garantías de las autoridades españolas, e
hizo algo peor, que fue darles informes de los planes de sus compatriotas en
Haití. Alix en lo adelante no se pudo separar de los españoles, a los cuales
siguió hasta verse en la ciudad de Santo Domingo, donde le encontró la
Restauración de la República, a la que se adhirió, como otros compañeros.[xxxii]
Castro
Ventura, en su ensayo “Juan Antonio Alix: Cortesano de
Lilís”, aunque reconoce que “la impetuosidad de su lírica folklórica es indisputable”
afirma que: “es harto deplorable que su genialidad artística fue puesta al
servicio de una infame tiranía como la de Ulises Heureaux”.[xxxiii]
Agrega el investigador que Alix:
fue un adicto al ditirambo y a la dádiva de Estado,
gacetillero, de tanto por cuartilla, soplón de los nobles intentos de soldados
de la Patria, cambiador de casaca cada vez que llegaba un nuevo gobernante.
Pese a su inveterada práctica antinacional, para la clase dominante Alix ha
sido el modelo ideal, partiendo exclusivamente de su destreza como decimero,
soslayando el papel nocivo que jugó en eventos cardinales como la Restauración,
los Seis Años de Báez y la tiranía lilisista…[xxxiv]
Los
argumentos del historiador buscan descalificar –por considerarlo lisonjero,
adulador y oportunista– al prolífico poeta, creador de más de tres mil décimas
en tiempo en que ya era un logro el simple hecho de saber leer, con el propósito
de que no fuese considerado como “buen modelo para el desarrollo de la
dominicanidad”, ni merecedor de ningún reconocimiento “por tanto, no merece una
calle, jamás…”.[xxxv]
Pero, realmente, ¿fueron tan graves las actitudes asumidas por Alix que, sin
importar sus indiscutidos méritos como artista, deba ser condenado al ostracismo,
al olvido? ¿Debe prevalecer el juicio ético sobre el estético al evaluar a los
artistas y escritores?
En este
sentido, Charles McGrath, en su artículo “Buen Arte, Malas persona (Good Art,
Bad People)”[xxxvi], señala que Richard Wagner, Edgar Degas, Ezra Pound y T.S. Eliot
eran fascistas y antisemitas; Pablo Picasso, un misógino por el cual dos de sus
mujeres perdieron la razón y otras dos se suicidaron; Norman Mailer intentó
asesinar a una de sus esposas; Michelangelo Caravaggio y Ben Jonson asesinaron
en peleas; Jean Genet fue ladrón; Gustave Flaubert pederasta; Arthur Rimbaud,
traficante de armas y de esclavos, y Lord Byron cometió incesto[xxxvii].
Estas son faltas graves, algunos crímenes terribles, pero McGrath desliga la
experiencia del arte de la biografía de los autores, porque malas y buenas
personas pueden crear grandes obras de arte, pueden escribir magistralmente:
Utilizamos estas nociones – especialmente que el arte nos
mejora moralmente – contra toda evidencia en contrario, puesto que según la
famosa puntualización del crítico George Steiner, el Holocausto nos contradice
de una vez por todas. “Sabemos que un hombre puede leer a Goethe o a Rilke al
anochecer”, escribe Steiner, “que puede tocar piezas de Bach o Schubert, y a la
mañana siguiente acudir a su jornada laboral en Auschwitz”.[xxxviii]
Destaca
McGrath que un elemento común a todos los grandes artistas es la concentración
de su atención, a niveles egoístas, en la obra que crean; relegando, e incluso
ignorado, la suerte de las demás personas y de la sociedad:
[…] la creación de un verdadero gran arte requiere un
grado de concentración, compromiso, dedicación y preocupación – en suma, de
egoísmo – que diferencia al artista y le hace no un fuera-de-la-ley, sino más
bien una ley en sí mismo.[xxxix]
En los
ejemplos referidos de autores con comportamientos erráticos hay hechos
abominables. Ninguno comparable con las actitudes de sobrevivencia que
constituyen lugar común para la mayor parte de la clase intelectual criolla,
que ha debido subordinar su capacidad crítica a la voluntad de quienes han
gobernado la República. Ciertamente, pululan, sobre todo informalmente, argumentos
para descalificar –por lisonjero, adulador y oportunista– al original poeta, creador
de una considerable cantidad de décimas, en tiempo en que ya era un logro el
simple hecho de saber leer. Pero, realmente, ¿fueron tan graves las actitudes
asumidas por él que, sin importar sus indiscutidos méritos como creador, debe
ser condenado al olvido? ¿Debe prevalecer el juicio ético sobre el estético al
evaluar a los artistas y escritores? En realidad, los “errores” de Juan Antonio
Alix fueron nacer en provincia, ser pobre y optar por una forma popular de
escritura. Su desventaja, en suma, fue haber sido un pícaro decimero cibaeño.
Corresponderá a estudios críticos objetivos –que necesariamente han de
realizarse– disipar prejuicios y moralina, para justipreciar los aportes de su
prolífica y original obra. En lo que a mí respecta, no me cabe duda de que Alix
acumula méritos suficientes, no solo para nombrar una calle perdida en la
marginalidad urbana, sino para ser considerado, aún sin acta del Congreso,
Poeta Nacional o Poeta del Pueblo.
En fin, para
concluir, refiero una anécdota que recoge Demorizi en la que reluce el temple
sencillo de Alix, un poeta al cual importaban poco las alabanzas y las preseas:
Por entonces el admirable periodista Rafael César
Tolentino —de grato recuerdo— inició en el diario santiagués La Información una
suscripción popular para erigirle un busto al poeta, en mitad del bullicioso
Mercado de la Villa, junto a su ilustre calle del Sol, lugar tan ligado a su
vivir, donde a diario y por tan largos años trocara sus décimas por el sustento
cotidiano: una, dos espinelas en amor, por un pedazo de carne; una en despecho,
por una vianda; otra, en sentimiento, por el recado oloroso; y otra y otra
hasta colmar gozosamente la abultada alforja.
En la aplaudida iniciativa, a continuación de las
alabanzas del cantor y del encarecimiento del homenaje, aparecían los nombres
de Tolentino y de algunos de sus amigos suscritos en las primeras aportaciones.
Diariamente se publicaba la lista de suscriptores, in crescendo, y diariamente
el rapsoda hacía que su amoroso nieto, el poeta Juan Goico Alix —también de
grata memoria— se la leyera, ya que sus claros e inquietos ojos estaban de
tiempo atrás llenos de sombra.
Nada decía Alix. Apenas se frotaba las manos
maliciosamente, pero un buen día, después de escuchar la lectura de la áurea
lista, se hizo conducir a La Información, y allí, tras de sus acostumbradas
agudezas, se inició entre él y Tolentino este breve y sustancioso diálogo:
—Vengo a buscar mis cuartos...
—¿Pero cuáles cuartos, Papá Toño?
—Oh!, mis cuartos...
—Pero...
—¡Nada... vengan mis cuartos..., que yo he
resuelto comerme mi estatua![xl]
Es oportuno, a cien años de su muerte, otorgarle a Juan
Antonio Alix el reconocimiento que le hizo merecer su pasión creativa, al
iniciar la escritura de lo nacional en versos medidos y rimados con una maestría
natural y frescura que aún perdura, o mejor aún, que no ha sido superada.
BIBLIOGRAFÍA
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1979.
Balaguer, Ricardo. “Juan Antonio Alix y el refranero
cibaeño”. Listín Diario, Santo Domingo, 21 de junio de 2017. [Consultado el 25
de marzo de 2018].
Beiro, Luis. “Alix:
décimas y comidas”. Listín Diario, Santo Domingo, 17 de marzo de 2017. Web.
[Consultado el 19 de febrero de 2018].
Bloom, Harold. Genios.
Un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares. (Trad. de Margarita
Valencia Vargas). Grupo Editorial Norma. Colombia, 2005
Caamaño Fernández, Vicenta. “El negro en la poesía dominicana”. Centro de Estudios Avanzados de
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NOTAS
[i] Afirmé: “La poesía dominicana actual
empezó a configurarse a finales del siglo XIX en medio de limitaciones de un
tiempo agitado, revoluciones libertarias, redefiniciones de imperios, y la
inestabilidad política y económica de la isla. Junto al fervor neoclásico,
positivista y civilista de autores ocupados en simientes de nacionalidad, como
Salomé Ureña, emergieron otros con indagaciones peculiares y afortunadas, entre
los que destacaron Gastón F. Deligne, pionero en el continente en la escritura
con intención psicológica, y José Joaquín Pérez, adepto a las corrientes
estéticas francesas del momento, a saber, Simbolismo y Parnasianimo”.
Cabrera, Fernando. Utopía y postmodernidad. Pág. 57. el poeta nacional que ha
interpretado con más vigor la idiosincrasia de nuestras clases rurales (Para
esta afirmación me recosté en: Alcántara Almanzar, José. “Estudio de poesía
dominicana”. Editora Alfa y Omega. Santo Domingo, 1979. Pag. 16)
[ii] Emerson, Ralph Waldo.
“The Poet”, Emerson’s collection Essays:
Second Series (1844)
[iii] De hecho, coincidieron en más de sesenta años en sus longevos pasar por la
vida, y en toda la etapa creativa de Whitman.
[iv] Martí, José. El Partido Liberal.
México, 1887.
[v] Entre Whitman y Alix, acaso pasó lo de los impresionistas franceses y
Yoryi Morel. El genio cibaeño, iniciador de la pintura dominicana, desarrolló
en la década de los treinta del siglo XX, un discurso de manejo de la luz,
propio del paisaje tropical, semejante al de ciertos pintores europeos,
difiriendo en temática, acaso sin haber visto nunca, limitado por la época y la
insularidad, una obra impresionista. Yoryi viajó a Estados Unidos en 1947,
pero, como afirma José Enrique García, ya había realizado las obras que le
sobreviven: “Yoryi fue y es, fundamentalmente, impresionista, con fuertes
rasgos expresionista. Y su pintura responde a los mismos imperativos de los
escritores de su época: Domingo Moreno Jimenes, Tomás Hernández Franco, Héctor
Incháustegui Cabral, Franklin Mieses Burgos, Manuel del Cabral, Juan Bosch. Si
él es costumbrista, en el sentido ya descrito, también lo son estos
escritores”. [García, José Enrique.
“Yoryi Morel no es un pintor costumbrista”, Periódico Hoy, Santo Domingo. 16 de
septiembre de 2006.]
[vi] González Matute, Ana Rosa. Nota Introductoria al libro Walt Whitman. Universidad Nacional
Autónoma de México, 2012. Web. Consultado 18 de febrero de 2018.
http://www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/walt-whitman-159.pdf
[vii] Bloom, Harold. Genios. Un mosaico de
cien mentes creativas y ejemplares. (Trad. de Margarita Valencia Vargas).
Grupo Editorial Norma. Colombia, 2005. P. 461
[viii] López, José Ramón. Prologo. Décimas.
Ed. Listín Diario, Santo Domingo, 1927.
[ix] Rodríguez Demorizi, Emilio. “Prólogo” en Juan Antonio Alix. Décimas inéditas.
(1966) Ediciones CEDIBIL. Santo Domingo, 2006. PP.11-12.
[x] Rosario Candelier, Bruno. Entrevista informal, 17 de febrero de 2018.
[xi] Hostos, Eugenio María de.
“La provincia de Santiago de los Caballeros”. Moral
Social. Sociología. Biblioteca Ayacucho. Venezuela, 1982. P.314
[xii] De los Santos, Danilo. Entrevista informal, 16 de febrero de 2018.
[xiii] Balaguer, Ricardo. (Citado por Peña, Angela. Juan Antonio Alix. “Un poeta que interpretó con vigor la idiosincrasia
de los campesinos.” Periódico Listín Diario, 19 de marzo de 2006). Web.
Consultado 16 de febrero de 2018.
http://hoy.com.do/juan-antonio-alix-un-poeta-que-interpreto-con-vigor-la-idiosincrasia-de-los-campesinos/
[xiv] El investigador Andrés
Blanco Díaz posee cuatro tomos, de 500 páginas cada uno, que puede ser la más
completa recopilación de la obra de Alix.
[xv] Rodríguez Demorizi, Emilio. :Prólogo”, ob. cit.
[xvi] Valldeperes, Manuel. “Décimas inéditas, de Alix”. Periódico El Caribe, 23
de diciembre de 1966. Santo Domingo. (Referido por Miguel Collado en la
presentación del libro Décimas Inéditas, Juan Antonio Alix, Ediciones Cedibil,
Santo Domingo, 2006, Santo Domingo. P. 9)
[xvii] La estrofa espinela recibe
su nombre del sacerdote, escritor y músico español del Siglo de Oro Vicente
Gómez Martínez Espinel (Ronda, Málaga, 28 de diciembre de 1550 - Madrid, 4 de
febrero de 1624), quien en su obra Diversas
rimas (1591), experimentó con diversas estrofas posibles, incluida la
llamada décima compuesta por dos quintillas con la estructura fija referida abbaaccddc. Samuel Gili Gaya
(1892-1976), gran estudioso del autor, explicó que no fue el primero en usar
esa combinación, (antes la usaron Juan de Mal Lara y otros): “lo que hizo fue
perfeccionarla, dotándola de unidad y ligereza; su prestigio contribuyó a
divulgarla y a ponerla de moda”. (Trapero, Maximiano. "Vicente
Espinel, la décima espinela y lo que de ellos dicen los decimistas" en
las Actas del VI Encuentro-Festival Iberoamericano de la Décima y el Verso
Improvisado. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad de La Palmas, Cabildo de
Gran Canaria y Acade, 2000: I, Estudios, 117-13. Web. Consultado 4 de marzo de
2018. http://www.webs.ulpgc.es/canatlantico/pdf/8/8/Vicente_Espinel.pdf)
[xix] Entre paréntesis, los nombres de los poemas, cuando son diferentes al
refrán o la frase proverbial referida.
[xx] He ampliado las fuentes en algunos
casos.
[xxi] Apócope: consiste en la supresión de una o más letras al final de un
vocablo (usté por usted), o la supresión de la “s” final (arró por arroz).
Prótesis: consiste en colocar al principio de una palabra una o más letras
(asigún por según). Epéntesis: consiste en intercalar una letra en medio de un
vocablo (haberá por habrá). Aféresis: consiste en la supresión de una o más
letras al principio de la palabra (‘ora por ahora; ‘ta por está).
[xxii] Sobre este último fenómeno lingüístico, Ureña refiere: “Estas formas portuguesas tal vez se
difundieron en las Antillas a través de los esclavos del siglo XVI: muchos de
ellos hablaban portugués, porque Portugal se especializó en la trata de negros,
y en su territorio se conservaban muchos para venderlos, aparte de los que
directamente se traían de África al Nuevo Mundo. En la literatura española de
los siglos XVI y XVII es frecuente que aparezcan negros hablando en forma
aportuguesada”. (Henríquez Ureña, Pedro. El español en Santo Domingo.)
[xxiii] Beiro, Luis. “Alix: décimas y comidas”. Listín Diario. Santo Domingo, 17
de marzo de 2017..
[xxiv] Caamaño Fernández, Vicenta. El negro en la poesía dominicana”. Centro de
Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. 1989. Pág. 55
[xxv] La presencia del negro en la poesía dominicana no solo es pírrica, también
fingida. Pocos poetas dominicanos, pese a la obviedad de su mestizaje o
mulatez, ha asumido enteramente su condición étnica, su ser escindido, para
contar sus circunstancias. De los pocos textos de nuestra literatura que
ahondan en los valores de la negritud, que incluso proponen el mestizaje como
el estado racial ideal, es el poema de largo aliento titulado Yelidá, de Tomás Hernandez Franco, una
persona cuya fisionomía es, paradójicamente, la de un español. Pero aún Franco
prefiere asumir la negritud desde la lejanía de Haití, no de su propia
perspectiva dominicana: las historias del marinero noruego Erick y Madam Suquí,
negra haitiana, de la cual, ante el asombro de los dioses de ambas razas, nace Yelidá. Un poeta que asume la negritud
como tema, y su negritud personal, con total autenticidad es Juan Sánchez
Lamouth.
[xxvi] García, José Enrique. El futuro sonriendo nos espera, poesía dominicana.
Ediciones Santillana, Santo Domingo, 2007.
[xxvii] Proyecto Genographic, realizado en 140 países del mundo (https://genographic.nationalgeographic.com/).
Web. Consultado 15 de febrero de 2018.
https://acento.com.do/2016/actualidad/8362641-dominicano-promedio-49-adn-africano-39-europeo-4-precolombino/
[xxviii] López, José Ramón. Ob. cit.
[xxix] Fecha que entra en contradicción
con la edad supuesta para la Guerra de la Independencia. Probablemente fue
escrita un lustro después, para la fecha que algunos estudiosos señalan que
empezó a escribir.
[xxx] Peña, Angela. “Juan Antonio Alix. Un poeta que interpretó con vigor la
idiosincrasia de los campesinos”. Periódico Hoy. Publicado 19 de marzo de 2006.
Web. Consultado 16 de febrero de 2018.
[xxxi] Demorizi. Op. cit. Pág.13
[xxxii] “Nace Juan Antonio Alix, poeta popular dominicano.” Periódico El Nacional.
6 de septiembre de 2016 Web. Consultado el 17 de febrero de 2018.
[xxxiii] Castro Ventura, Santiago. Juan
Antonio Alix: Cortesano de Lilís. (Citado por: Peña, Angela. “Juan Antonio Alix. Un poeta que interpretó
con vigor la idiosincrasia de los campesinos”. Periódico Hoy. Publicado 19
de marzo de 2006.) Web. Consultado 16 de febrero de 2018.
[xxxiv] Castro Ventura. Ob. cit.
[xxxvi] McGrath, Charles. Good
Art, Bad People. The New York Times, June 21, 2012. Web.
Consultado 16 de febrero de 2017. http://www.nytimes.com/2012/06/22/opinion/global-agenda-magazine-good-art-bad-people.html
[xxxvii] McGrath. Ibid.
[xxxviii] […] We cling to these
notions — especially that art morally improves us — against all evidence to the
contrary, for as the critic George Steiner has famously pointed out, the
Holocaust contradicts them once and for all. “We know that a man can read
Goethe or Rilke in the evening,” Steiner writes, “that he can play Bach and
Schubert, and go to his day’s work at Auschwitz in the morning.” Ibid
[xxxix] “[…] the creation of
truly great art requires a degree of concentration, commitment, dedication, and
preoccupation — of selfishness, in a word — that sets that artist apart and
makes him not an outlaw, exactly, but a law unto himself.” (McGrath, Charles.
Ob. cit.)