Escuela de Aristóteles. Fresco de Gustav Adolph Spangenberg, 1883_88 |
Por Fernando Cabrera
Filosofía,
lingüística y literatura constituyen tres formas singulares de aprehender la
realidad. La filosofía, desde un racionalismo ontológico, especulativo; la lingüística,
a partir de un pragmatismo de raigambre científico que, por ejemplo, sobre los
aportes sintácticos de la gramática generativa de Noam Chomsky, hizo
evolucionar el concepto de lenguaje desde el ámbito natural al artificial,
propiciando el desarrollo de lenguajes de programación como FORTRAN, creado a
finales de los cincuenta por la corporación IBM, siglas de International Bussiness
Machine, y la tercera, la literatura, entrañablemente simbólica, lúdica y libérrima.
Emprendo esta
entrañable tarea de referir algunas dicotomías en torno los conceptos lenguaje
y pensamiento atinentes a las disciplinas referidas, sobre la metáfora escrita
por Bernardo de Chartres, erudito francés del siglo XII, que refiere a los
intelectuales como “enanos parados sobre hombros de gigantes”, con apoyo
en dos ilustrativas citas que, a modo de epígrafes, comparto a continuación.
En la
primera, tomada de la obra “Pensamiento y Poesía en Heidegger y Hölderlin”,
Hans-Georg Gadamer refiere que:
“En este tema está inscrito
inconfundiblemente el destino de Occidente. ¿Cómo deberíamos denominar la gran
tradición literaria de otras altas culturas? ¿Deberíamos llamarlo poesía o más
bien pensamiento cuando habla Buda o cuando un sabio chino intercambia unas
palabras sencillas pero profundas con su discípulo? El camino de Occidente y el
camino de la ciencia son los que nos han impuesto la separación y la unidad
nunca del todo disoluble de poesía y pensamiento. Heidegger habló en repetidas
ocasiones, con Hölderlin, de las “montanas separadas” sobre las que el poetizar
y el pensar están uno frente al otro. Es bastante sugerente que precisamente
esta lejanía también crea proximidad”
En ese mismo tenor, George Steiner,
en su obra “Heidegger” considera que:
“Al menos para nuestra época, acaso
fuera irreparable la ruptura entre la necesidad humana y el pensamiento
especulativo, entre la música del pensamiento que es filosofía y la del ser que
es poesía. Gran parte del pensamiento occidental tiene su instauración en la
expulsión de los poetas de la ciudad platónica
Lingüística,
filosofía y literatura están conectados íntimamente. La filosofía, sobre los
conceptos y estructuras idiomáticas, permite indagar acerca de los significados
primeros y últimos expresados mediante el lenguaje; incluso, muchas de las
búsquedas filosóficas, aun en el presente, están enfocadas a explicar la
representación de la realidad a través del lenguaje. Los lingüistas, por su
lado, como especifica Julius Moravcsik, en su obra “Comprensión del lenguaje:
un estudio de las teorías en lingüística y en filosofía", recurren muchas
veces a principios de filosofía para resolver problemas de significado y
sintaxis. El vínculo primigenio que existe entre pensamiento y lenguaje puede entonces
ser explotado abundantemente para ventajas de ambos lados.
Para el
literato, el benjamín travieso de la triada, aplica lo dicho para el filósofo y
el lingüista, pero se debe agregar algo de instinto suicida en su definición,
en tanto este deconstruye de forma festiva los métodos de ambos a partir de los
filtros emocionales (sentimientos, sensibilidad) con lo que aborda siempre la
realidad. La literatura, especialmente la poesía, es pensamiento y lenguaje,
pero el literato poco ha de pensar en las estructuras con las que canta y menos
cuánto de razón o verdad hay en su canto. Al respecto señala José Lezama Lima
que: "Al escritor sólo se le puede pedir cuenta de la fidelidad o no a
una imagen: de ello depende no sólo su destino sino también su ética".
Lingüistas,
filósofos y literatos se hermanan en la materialidad de su interés, el lenguaje. Claro, en su objetivo mayor de
expresión de lo humano, esta vez, como en todo lo que es relevante, importan
los matices. Interesan al lingüista las formas que adopta el pensamiento en las
estructuras del lenguaje, en orden de alcanzar su objetivo de efectividad
comunicacional. Para el filósofo, el lenguaje deviene en instrumento
indispensable de oficio, en tanto a través de sus recursos se adecuan las
ideas, los conceptos, en función de conocer las esencialidades imprescindibles
para aproximarse a la verdad.
Asimismo, pensamiento
y lenguaje, interior y exterior, concreción y abstracción, devienen en vértices
enlazadas por una diagonal emotiva: la experiencia humana sintetizada,
trascendida, a través de la literatura. El literato contrario al lingüista
procura disgregar las vinculaciones etimológicas, transgredir el significado
original para sugerir otros. El literato aspira a conocer causas, como el
filósofo, pero opta por las intuiciones y las interrogantes, por palpar
visceralmente desde sus emociones, antes que desnudar la realidad ordinaria. No
es el significado del discurso, sino su discurrir —la danza, la sola magia de
la movilidad, de lo impreciso— lo que seduce y atrapa al literato, como señala
Kavafis en su poema Ítaca, le importa el viaje más que el destino:
“Ten
siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar
allí es tu destino.
Mas
no apresures nunca el viaje.
Mejor
que dure muchos años
y
atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido
de cuanto ganaste en el camino
sin
esperar a que riquezas te dé Ítaca.”
La esfera
de la literatura es lo humano, de ahí que no le afecte el remordimiento por el
fingimiento que alude Nietzsche en su celebrado ensayo titulado “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”
cuando expresa que “el hombre usa el intelecto la mayoría de las veces
para la simulación. El hombre posee un misterioso impulso hacia la verdad que
lo lleva a inventar una designación ‘válida y obligatoria de las cosas’. Pero
olvida que él mismo ha creado las palabras y las convenciones sobre los
significados de las palabras. /…/ Para Nietzsche, el lenguaje es un
sistema arbitrario de designación de las cosas. Toda palabra implica un doble
salto metafórico. Toda palabra implica dos traslados, dos metáforas. En primer
lugar, se trata del traslado de una excitación nerviosa a una imagen. En
segundo lugar, se transforma esa imagen en sonido”
Lingüistas
y filósofos coinciden en tanto que cualquier sistema de comunicación debe, en
orden de ser significativo, incluir alguna forma de representar la verdad
adecuadamente. Para alcanzar propiedad al develar los secretos del universo,
aspiración de la filosofía, el lenguaje debe conformar un cierto conjunto de
especificaciones, de convencionalismos, que prevengan la incertidumbre en todos
los niveles. En tanto, muchos de los esfuerzos de los lingüistas están
enfocados en demostrar la idoneidad de los sistemas comunicacionales (lenguaje,
lengua, habla) y de los filósofos en verificar racionalmente, a través de los
sistemas lingüísticos, cada detalle de objeto de interés para alcanzar la
verdad absoluta.
Evidentemente,
filósofos y lingüistas han de luchar a brazos partidos con problemas de
relatividad y disgregación (ambos elementos adorados, objetos
de pasión y culto, para el literato), toda vez que su propia fortaleza
denotativa descansa en la pluralidad, multivocidad (o mejor, polisemia poética[ii]) que las imágenes, principalmente,
metonímicas y metafóricas, entrañan. Así, mientras el problema del lingüista es
alcanzar un sistema de símbolos combinados efectivo, en el cual el filósofo
pueda discernir los significados y develar relaciones y condicionantes sin
confusiones, al literato le basta y sobra con que los signos, significados y
relaciones sean conocidos y compartidos por una comunidad de hablantes.
Si bien el
literato rechaza la mentira, disfruta en disgregar el error. Se siente cómodo
con la imprecisión, pues no persigue tierra firme, sino satisfacción
existencial mediante el vuelo imaginativo. Y es que la literatura, y más la poesía,
no está concebida —aunque lo contiene— para el conocimiento lógico, ordinario o
empírico, sino el trascendente, aquel que anida en la sensibilidad mediante
razones, como dijo Blaise Pascal, que la razón misma desconoce.
Las teorías
del lenguaje han sido concebidas para explicar las estructuras lingüísticas o
como plataformas para el lanzamiento de teorías de pensamiento; en tanto las
teorías literarias, que en ocasiones podrían originarse o compartir alguna
teoría del lenguaje y también una teoría filosófica, se enfocan más en lo
existencial, se ocupan de contener (esta vez como posibilidad o memoria
verbalizada), en consonancia con el pensar de Ortega y Gasset, la fragilidad
del ser y sus circunstancias
Lo
empírico, el estar en el mundo real y concreto, es la fuente primigenia de toda
abstracción o especulación, de cada conocimiento o significado, esto es, del
lenguaje. Todo novela o poema es enunciación de la experiencia humana. Al
margen de lo útil e indispensable, de los enfoques pragmáticos de la lingüística
y la filosofía, la mayor aspiración creadora posible en el lenguaje es la literatura
y, dentro de esta, la poesía constituye la última frontera de la estética.
Mientras el lenguaje constituye abstracción del mundo real, la literatura,
esencialidad del lenguaje, contiene, en paradoja, la concreción de la
espiritualidad, de la verdad, claro según el ser humano; en palabras de Nietzsche,
“la metamorfosis del mundo en los
hombres” o bien la “comprensión del
mundo en tanto que cosa humanizada”
Cabe
señalar que este es un contexto algo aprehensivo —en tanto visión homocéntrica
de la concepción regular del lenguaje—, pero corresponde cabalmente al ámbito
primigenio y exclusivo de la literatura. El literato celebra lo que al
Nietzsche filósofo escandaliza, la relatividad de un sistema referencial que es
“eco infinitamente repetido de un sonido
original, el hombre; como la imagen multiplicada de un arquetipo, el hombre”.
Si no lo estaba, la literatura, pone al hombre en el centro de todo. Cada literato,
con las palabras contenidas en sus textos, tiene la capacidad de construir,
deconstruir o simplemente, tontear, retando, como sugiere Roberto Juarroz cuando
cuestiona: “Es el silencio la puntuación de la voz o es la voz la puntuación
del silencio?”
Mas, al
margen del contraste de las tonalidades destacadas, sobra señalar que, de
lingüista, literato y filósofo, todos tenemos mucho más que un poco…
[i] Steiner continúa
diciendo: “En sombrío contrapunto, la
negativa de Heidegger a replicar a [Paul] Celan y el poema de allí resultante [“Todnauberg”, publicado en
Lichtzwang en 1970] equivalen a una
expulsión, a un auto-ostracismo del filósofo que se va de la ciudad del
hombre.”.
[ii] En los libros Seven Types of Ambiguity (1930), Some Versions of Pastoral (1935), y The Structure of Complex Words (1951,
William Empson, trata sobre la polisemia poética, en tanto capacidad de poesía
de generar múltiples significados. Asimismo, En el ensayo de 1942 “The Language
of Paradox,” capitulo introductorio de The Well Wrought Urn (1947), Cleanth
Brooks hace similar señalamiento sobre la riqueza esencial de la poesía para
dejar fluir la paradoja y la ironía como elementos característicos del lenguaje
poético.
Bibliografía
Gadamer, H. G.
(2002). Los caminos de Heidegger. (A. A. Pilari, Trans.) Barcelona:
Herder.
Juarroz, R. (2005). Poesía vertical, (Vol. II). Buenos Aires:
Emecé.
Kaváfis, K. (1911). Ítaca.
Moravcsik, J. U. (1975).
Moravcsik, J.M.E. Understanding Language: A Study of Theories in Linguistics
and in Philosophy. The Hague: Mouton, 1975. Mouton:
The Hague.
Nietzsche, F. (1990). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.
Madrid: Tecnos.
Ortega y Gasset, J. (1914). Meditaciones del Quijote. Madrid.
Pessoa, F. (1998). 42 poemas. (Á. Crespo, Trans.) Mondadori.
Soberón, F. (marzo-junio 2006). Nietzsche, Borges y Caeiro. Lenguaje y
poesía. In Espéculo. Revista de estudios literarios. Num. 32. Universidad
Complutense de Madrid. (Vol. No. 32). Madrid: Universidad Complutense de
Madrid.
Steiner, G. (1999). Heidegger»,. Mexico.
Sucre, G. ( Julio-diciembre, 1975. P.507). “Lezama Lima: El logos de la
Imaginación.”, (Vols. Vol. XLI. Núm. 92-93. ). Revista Iberoamericana.