La integración de estos ministerios solo será acertada si su propósito es robustecer la inteligencia del sistema educativo y no meramente reducir su estructura. Priorizar el ahorro en infraestructuras a costa de sacrificar la especialización técnica, científica y tecnológica del MESCYT representaría un error histórico para el desarrollo nacional.
En el escenario actual, los riesgos de centralización burocrática y la posible dilución de recursos especializados superan los beneficios proyectados, lo que explica el rechazo de amplios sectores académicos. Para que esta iniciativa sea viable, el Congreso Nacional debe fomentar un diálogo plural que ofrezca garantías jurídicas y operativas explícitas.
De avanzar contra marea este proyecto, sería imperativo establecer una “Integración Estratégica Gradual” (de 3 a 5 años) bajo supervisión internacional. El éxito de esta reforma no debe medirse por el ajuste fiscal, sino por el impacto real en la calidad se la educación en el aula y el fortalecimiento de la investigación académica.
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