sábado, 28 de mayo de 2022

José Mármol y su merecido ingreso a nuestra Academia Dominicana de la Lengua

 



Dr. José Mármol mientras lee discurso de ingreso a la ADL. 
(Fotos: Soraya Lara de Mármol)

Por Fernando Cabrera

Siento un inmenso regocijo por la formalización del ingreso de mi compadre José Mármol a la Academia Dominicana de la Lengua, por sus innegables aportes al cultivo del idioma español, con la lectura del discurso “Pensamiento y poesía, una relación dialógica interminable.”

Mármol fue escogido por votación mayoritaria de los académicos durante la sesión celebrada el 13 de mayo de 2021, pero fue este sábado 28 de mayo cuando pudo presentar su esperado discurso de ingreso, postergado por la letalidad de la pandemia del Covid-19, que nos obligó a cumplir con nuestras obligaciones y a cultivar los afectos desde lejos. Fue recibido en esta prestigiosa entidad casi centenaria, fundada en 1927, por su director el dilecto amigo doctor Bruno Rosario Candelier, por los académicos de número y correspondientes, así como por escritores, familiares y numerosos amigos que justiprecian esta iniciativa. Las palabras de recibimiento fueron dichas por el apreciado académico, escritor, poeta, crítico, investigador y exministro de Cultura José Rafael Lantigua.

Desde hace décadas, a José Marmol le sobraban méritos para ocupar lugar en esta prestigiosa academia. En este sentido, es significativo que haya sido escogido para la silla N, antes ocupada por el escritor dominicano más prolífico y celebrado de la segunda mitad del siglo pasado, don Marcio Veloz Maggiolo; toda vez que, por su vasta obra creativa y ensayística, ampliamente conocida en ámbitos hispanoamericanos, Mármol es el más llamado a llenar sus zapatos y a profundizar en las huellas dejadas. De hecho, en la actualidad, para mí, y esto al margen de vínculos afectivos filiales, es nuestro candidato idóneo para representarnos con sobrada dignidad en los principales lauros en el ámbito de la lengua española, como son el Reyna Sofía y el Cervantes y, claro, con más méritos que Bob Dylan, como también los tuvo Marcio, para el reconocimiento que otorga La Real Academia de las Ciencias de Suecia. Para esta afirmación me baso en sus logros profesionales y virtudes indiscutibles:

1.      Profesor universitario de larga trayectoria en materias relacionadas con la filosofía y el uso de la lengua como herramienta fundamental de investigación humanística.

2.      Escritor de oficio, en pleno dominio de la lengua española, con una prolífica labor creativa como poeta, reconocida con los principales premios nacionales y algunos de los más significativos del idioma, como el XII Premio Casa de América de Poesía Americana; reconocimientos que lo hicieron merecedor, a edad temprana, del Premio Nacional de Literatura, máximo galardón que otorga el Estado Dominicano a la trayectoria de un escritor. Tópicos axiales en sus cantos y en su pensamiento siempre han sido lenguaje y lengua.

3.      Crítico literario y de artes visuales de sobrada enjundia. Su labor ensayística no es menos importante que su labor poética, cual lo testimonian los cientos de prólogos y ensayos que documentan detalladamente la evolución de la poesía dominicana del siglo XX, y una decena de obras de reflexión filosófica y humanística, llevada a su cenit con su tesis doctoral recién publicada en libro, en el 2020, en el catálogo de la editorial madrileña Visor Libros, bajo el título “Identidad en la modernidad líquida globalizada. Una lectura de Zygmunt Bauman.”

4.      Amplio reconocimiento de sus pares. Desde 1985, cuando publicó su poemario El ojo del Arúspice, en 1985, Mármol, con un discurso teórico aguerrido, enfrentó con gallardía los embistes de una poética ideológica que, desde los sesenta, de forma casi monopólica, se imponía en el parnaso nacional. Sus esfuerzos se sumaron a los de los últimos poetas sorprendidos y a una pléyade de escritores nacidos en provincia que empezaron a despuntar a través de los paradigmáticos premios Siboney. Fue dura la lucha para que reverdeciera una poesía que no fuese concebida como arma ideológica y que aspirará a valores estéticos trascendentes, universales, y Mármol fue uno de los principales baluartes, con su poesía de honda cadencia y sus postulados acerca de una estética generacional, la denominada “Poética del habla”, recogida inicialmente en su libro “Ética del poeta”, publicada en 1996 y de teorías constantemente ampliadas en obras posteriores.

5.      Hombre de bonhomía intachable en palabras y acciones. Infatigable difusor de la cultura dominicana a través de talleres literarios y conferencias por múltiples escenarios del mundo. Responsable de múltiples iniciativas de congresos de la lengua y festivales internacionales de poesía, y auspiciador, desde su posición ejecutiva en la más importante entidad bancaria del país, de publicaciones y eventos de gestión cultural a lo largo de toda la geografía nacional. De forma callada, su visión ha convertido esa entidad comercial en el principal mecenas de las artes en las últimas décadas.

Las palabras, contenidas en el tercer párrafo de su discurso de 23 páginas, al agradecer la presencia en el acto de ingreso a la Academia, de colegas, escritores y amigos, testimonian la lucha que “como simple soldado” ha venido librando a favor de una mejor educación para las nuevas generaciones: “una educación en la que la lectura y la escritura creativa, como producto de una enseñanza apropiada de la lengua materna, junto al cultivo de las demás artes y lenguajes estéticos, contribuyan a una formación integral, con cimientos humanísticos y científicos, de nuestros niños, adolescentes y jóvenes. La patria sentimental de un escritor radica en la defensa de su lengua, la lengua en que escribe, la lengua que dimensiona su cultura, su sociedad, su historia, la lengua que le faculta para ser y estar en el mundo.”

Dr. Bruno Rosario Candelier coloca medalla que acredita al Dr. José Mármol 
como miembro de número de la ADL

De manera generosa y certera, Mármol dedicó la primera parte de su enjundioso discurso de entrada a la Academia Dominicana de la Lengua, a celebrar la prolífica obra de su antecesor, Marcio Veloz Maggiolo, señalando que en esta: “nuestra literatura ha tenido uno de sus más altos vuelos en todos los tiempos y uno de sus autores más fecundos. Su memoria, su imaginario, su saber enciclopédico y su exquisito dominio de la palabra hicieron del barrio capitalino de Villa Francisca un espacio universal.” Con emoción, Mármol recordó el noble gesto de Marcio y su cultivo de la amistad manifestado en febrero de 2021, cuando de su puño y letra le dedicó un ejemplar de su novela Palimpsesto (Búho, Santo Domingo, 2020), destacando su admiración por la poesía de este laureado poeta de la Generación de los ochenta.

El 10 de abril del año pasado, el Covid 19 truncó la valiosa vida de don Marcio Veloz Maggiolo, autor de mi personal aprecio, de cuya obra tuve el privilegio de disertar en la 78a Feria del Libro de Madrid. No me cabe duda del acierto de la Academia Dominicana de la Lengua en su selección para suceder en la silla N a “este gigante de las letras y el pensamiento”, pues Mármol ya alcanza la altura de muchos de sus vuelos.

Al abordar el tópico central de su disertación, Jose Mármol destacó que la escritura es un acto de dolor: “Escribir duele porque exige pensar, retar al lenguaje, procurar en la lengua lo sublime de la lógica y, además, recordar. Escribir duele porque nos vacía, de un tirón, lo pensado y lo sentido. Escribir nos conduce por la angustiante senda de imprimirle un sentido al horizonte de la nada.” En consonancia con Clarice Lispector, la escritora brasileña más influyente del siglo XX, afirmó escribir es una maldición: “porque obliga y arrastra como un vicio penoso, porque es una condena, una impenitente penitencia”, pero también, aclaró, es una salvación y un misterio:

“No es posible conocer en profundidad la certeza inmaterial de su implacable mecanismo, su engranaje a veces mórbido y otras veces letal. Porque la escritura no es mero proceso de factura, de plasmación material de la precisión morfológica, la belleza del sonido y los misteriosos pasajes de una lengua. Es, más bien, la magia de un nacimiento, la manifestación de un acontecimiento del lenguaje, el concreto de pensamiento y sentimiento de una lengua, un individuo, una cultura, una sociedad y una historia.”

En su divagación sobre la inefable e indefectible vinculación de filosofía y poesías, José Mármol, no escatimó teorías, aventurándonos por los aportes de pensadores de todas las épocas:

“La metafísica ha tejido, a través de su propia historia, una urdimbre intrincada, a veces abstrusa, demasiado cargada de conceptos y caminos metódicos muchas veces sinuosos. Aun así, la metafísica posible es la realidad cotidiana, la vida y la acción de la humanidad explicada y profundizada a partir de su estar en el mundo.”

Fue pródigo en argumentos para convencernos de la naturalidad ineludible con la que filosofía y poesía se acercan y entrecruzan. Para Mármol, apoyado en Víctor Gómez Pin cuando afirmó que los humanos somos “animales de palabra y de razón”, devenimos en “seres de pensamiento, sentimiento y lenguaje, porque son los actos de pensamiento, el pathos de la distancia entre un sujeto y su alter ego, el otro, y el poder simbólico del lenguaje los que en definitiva nos hacen ser lo que somos.”

Mármol destacó que la separación, o querella, acerca de la polémica relación entre filosofía y poesía, nos viene legada de la más remota antigüedad: “Heráclito y Jenófanes, desde su propia escritura poética, lanzan críticas a importantes poetas como Homero y Hesíodo. Ya sonsacado Platón por seducción de Sócrates, para que abandonara la poesía y se colocase del lado de la filosofía…” Esta referencia fue el inicio de un detallado recorrido del poeta y filósofo dominicano por la historia de la cultura occidental, con profusas citas de autores que, posteriores a los griegos citados y los que sumó Aristostles y Heráclito, han abordado la dicotomía plateada; destacando entre ellos: Fiedrich HegelNietzche, G. W. Hegel, Giordano Bruno, Jonathan Wolff, George Steiner, Michel de Montaigne, José Ortega y Gasset, Miguel Unamuno, Alejandro Teófilo Baumgarten, Martin Heidegger, entre otros; también los investigadores: Javier Aguirre, A. L. Bertrán, E. Benveniste, Víctor Gómez Pin, Byung-Chul Han, Hermann Diels, María Zambrano, Beltrán, Ortiz-Osés, Romo Feites, José Gaos y Gianni Vattimo;  y de poetas como: P. B. Sherlley, Friedrich Hölderlin, Paul Valery, Rainer María Rilke, Georg Trakl, Stéphane Mallarmé, Fernando Pessoa, Antonio Machado, Pedro Salinas, Jorge Luis Borges, Octavio Paz y Roberto Juarroz.

Miembros de número de la ADL presentes en el acto de rescibimiento.

José Marmol en este discurso paradigmático, resumen de su propia evolución intelectual, profesó la creencia expresada por Heidegger, autor de su preferencia porque en él convergen creativamente filosofía y poesía, al afirmar que “el pensamiento es poesía originaria que antecede, que precede al decir poético. Asimismo, una poesía que piensa establece y dimensiona la topología del ser del ente. Ahora bien, es en el silencio primigenio, ese que origina el pensar fundacional, donde pensamiento y poesía establecen su identidad, su evocación sintética, su unidad.”

Marmol señaló que Heidegger, en sus múltiples respuestas a lo que significa el acto de pensar, plantea la diferencia entre ‘la palabra poética’ y ‘el decir del pensar’, aduciendo que este último ‘no recurre a imágenes’. Celebra que su definición filosófica de la palabra descansa sobre la metáfora de un pozo: “ese del que el agua surte, muchas veces, sin que siquiera nos demos cuenta. No es una gratuidad la proposición del propio filósofo según la cual toda obra proveniente de la mano, sea un dibujo, una pintura, una composición musical o un poema, se basará siempre en el acto de pensar. ¿Acaso no se da aquí el milagro de una equivalencia entre la génesis del arte y la del pensamiento? Hay en la relación entre poesía y pensamiento más armonía, más articulación que distancia o divergencia.” No sin regocijo poco disimulado, Marmol celebra la “inocultable sospecha en la suposición de que filosofía y poesía constituyan dos aproximaciones divergentes al fenómeno de la verdad.”

Sobre su propia visión vinculada de lo filosófico y lo poético, Mármol destacó que se ha apoyado: “en la definición que de la poesía dio alguna vez J. L. Borges, quien apela a la idea de que la poesía es aquello que permite ver con asombro donde los demás ven con costumbre. El poetizar es, pues, un mirar asombroso, desde cuya naturaleza lingüística, tiene lugar la generación del asombro mismo, en tanto que pensamiento.” Del mismo modo, Mármol destaca, como referente del asombro de lo poético en la filosofía (en tradición que se remonta a los diálogos platónicos el Banquete y Fedro, y la Metafísica de Aristóteles), la importancia de las meditaciones del poeta y ensayista Octavio Paz contenida en su obra El arco y la lira (1956), especialmente al señalar “con meridiana claridad, que la poesía es conocimiento, por cuanto el acto de crear, la poiesis implica un conocer y reconocerse.”

Marmol afirmó con propiedad que: “La poesía se nos revela como otra forma de pensamiento, que en los tiempos de la filosofía natural fue base para la génesis del pensamiento y la cosmogonía, al punto de que originar y nombrar mito-poéticamente eran una misma cosa. No sustentaría una separación tajante entre filosofía y poesía, hasta llegar a presentarlos como opuestos o antípodas, a las maneras de Leopardi o de Paul Celan. He sido temprano partidario de una relación dialógica.” Para el académico dominicano, la diferencia entre filosofía y lingüística es de naturaleza analítica: “estribaría, en todo caso, en que la primera, a partir de los apogeos del logocentrismo en la Antigüedad y el racionalismo en la modernidad, emprendió el derrotero de la búsqueda de la certeza, de la verdad absoluta, mientras que la segunda se mantuvo fiel al asombro, a la relatividad del conocimiento de las emociones y el imaginario, al desasosiego y la angustia que toman cuerpo en el trabajo con el lenguaje, desde el lenguaje y por el lenguaje. La filosofía se asienta en la afanosa búsqueda del concepto como principio del ser y del pensar, y la poesía toma posesión del amplio horizonte de la imagen, su multivocidad y su riqueza de sentidos.”

Sobre el devenir histórico de posiciones contrapuestas entre filósofos y poetas, José Mármol, al final de su intervención, nos adentró por los senderos de su propia reflexión, a la que denominó, en los años ochenta, como “Poética del Pensar”. Señaló al respecto que para él: “El poeta pensador va de la mano de la meditación, antes que del análisis o del raciocinio en sentido estricto. Le son propios los sentimientos y las experiencias concretas de la vida. Hay en él unidad de lenguaje, pensamiento y poesía. Más que de la poesía como concepto abstracto, el poeta pensador, sin desmedro de ella, se va a ocupar del poema y su estructura como un hecho concreto de lenguaje, como un constructo de lengua y cultura.”

De manera explicita señaló que su poética del pensar, aunque se basa en el pensamiento filosófico: “no lo subsume, no lo oblitera, no lo tacha, sino que, por el contrario, armoniza con él sobre la base de la especificidad de la diferencia. El pensar filosófico goza de una acendrada especificidad que tiene como eje central el raciocinio logocéntrico. El pensamiento poético hace suyo lo que fue originario del saber filosófico presocrático, aquella magnitud que ofrece el poder simbólico del mito. Heidegger subraya esa especificidad, esa diferencia sutil entre la palabra poética y el decir del pensamiento. Se apoya en el argumento de que en la primera el sustrato es la imagen, mientras que si esta aparece en el decir del pensamiento lo hará solo como una suerte de ancla. Será un recurso y no un fundamento.”

Su conceptual y emotivo discurso concluyó con la afirmación de que “La división tajante entre poesía y conocimiento apenas tiene validez en el umbral de las abstracciones y de la retórica convencional. El poema se revela como entidad armónica y compleja, y por cuanto es un concreto de lengua, lo es también de pensamiento. El orbe cognitivo del poema está cifrado, no en la exterioridad, sino más bien, en su propia intencionalidad lingüística.” Enfatizó que la fértil, y a veces polémica e incomprendida relación dialógica entre pensamiento y poesía, como lo definió Ortega y Gasset, es el cuento de nunca acabar.

Los doctores Bruno Rosario Candelier y José Mármol
en la Academia Dominicana de la Lengua

En este discurso ejemplar quedó asentada la erudición y profundidad del pensamiento del nuevo académico de número de la silla N, sobre cuyo perfil asoma un futuro prometedor para la Academia, casa de los dominicanos cultores la lengua española. 

¡Enhorabuena! Las recientes promociones de académicos y escritores, en José Mármol nos sentimos representados.

Bibliografía

Mármol, J. (2022). “Pensamiento y poesía, una relación dialógica interminable.”. (p. 23). Santo Domingo: Academia Dominicana de la Lengua.